Vivir no es alentar sino existir!!
ROBERT BADEN-POWELL, EL EDUCADOR.
(N. de R.: este contenido fue escrito por un "Viejo Lobo", en 1957. Hoy, más que nunca, debe ser leído, analizado, y "traducido" a la vida misma de todo dirigente Scout)
Vivir no es alentar sino existir.
Existir no es solamente realizar el ser del hombre, sino proyectar el ser del hombre al hombre, para realizar el sentido humano de la vida.
Pero, proyectarse no es actuar de modo tal, que el prójimo se mueva hacia mí; proyectarse es moverse hacia el prójimo, en servicio del prójimo; porque “la vida es una actividad en favor de los demás” (B-P).
Esto, en suma, es educar.
Se ha pretendido clasificar de mil modos a los hombres y agruparlos en catálogos según diversas direcciones y dimensiones. Sin embargo, la medida de la silueta humana no es la cantidad de vida que un hombre disfrutó y lo que se llevó de su paso por el mundo; sino lo que hizo en favor de los demás y la cantidad de vida, nueva esperanza, que fue capaz de legar para el futuro.
Muchos hombres dejan, después de su paso, obras materiales y tesoros acumulados que no disfrutan ni han de compensar sus fatigas. Otros, muy pocos dejan obras del espíritu que son de disfrutar eterno. Pero el hombre no es sólo cuerpo, no sólo espíritu, es una entidad psicosomática, es objeto humano. Por ello, quien es capaz de dejar obras eminentemente humanas, cuerpo y espíritu en noble y fecunda producción; aquél que, desaparecido, se sucede, en su obra de una a otra generación de hombres trasmitiendo el germen de su anhelo, la meta de su ideal; ese hombre se aproxima luminosamente a Dios y participa de los atributos de creador. Baden-Powell es de éstos; fue un creador.
Pero, creador, en el sentido humano, no es sacar de la nada el ser: sino transformar lo que se recibe, devolviéndolo al mundo convertido en luz de nueva aurora, en nuevo y diáfano horizonte. Esto, modelar con la fuerza del anhelo y la suavidad del sentimiento, en la búsqueda sin fatiga del perfeccionamiento humano, es educar. Baden-Powell fue educador.
RAÍCES.
El educador no se hace; nace, se adiestra y se proyecta.
Baden-Powell fue una vocación creadora, altruista y de espíritu independiente. Fue un producto de su época y de sus circunstancias; pero fue, a la vez, un fruto de sí mismo, de su propia voluntad.
Toda su vida estuvo movida por el poder de la auto educación; nunca se contentó con el estribillo del maestro, sino que se lanzó, estimulado, a ser, a saber, a poder, llegando a su vez, a formar su propio estribillo, breve autobiografía que sigue repitiendo a las generaciones: “Rema tu propia canoa”.
Su escuela de vida fue la del soldado, la del dirigente, la del altruista, la del creyente. Es la escuela del deber que se ama, la de la responsabilidad que se vive, la de la satisfacción que se disfruta, la de la Fe que se defiende.
Inquieto, desde siempre, pudo parecer a sus mayores superficial e inconsistente. Ponía todo su entusiasmo en cualquier actividad que abordaba, más cuando ya no podía obtener de ella un nuevo resultado práctico, buscaba una nueva actividad o un nuevo paisaje. Su vida fue una continua exploración psíquica o geográfica. No supo lo que era perder tiempo y sí en cambio lo que era producir nuevas experiencias y guardar nuevas enseñanzas.
Por esto, su ámbito no puedo ser el límite cercano de los muros del hogar, de la iglesia o de la escuela; hubo de salir, de ir afuera, al mundo, para llegar al concepto de lo universal: “salid, -decía- de vuestra angosta vereda, cultivando vuestra mente”.
Hizo de su vida el método del Escultismo; por esto escogió como escenario de su vida la Naturaleza y como escenario de su obra la Humanidad.
SU MÉTODO.
Baden-Powell prefería llamar al Escultismo “juego” y no método. Así, desde el título, sentó las bases de su obra: se trataba de aprender el juego de la vida con las reglas más puras y las metas más elevadas, movido por el espíritu y preparado por el adiestramiento.
Un método pedagógico vale en la medida de cuanto educa; y en el individuo hay que educar todo lo educable, es decir, todo el individuo. Es difícil, yo no sé si imposible, hallar un método educativo más completo que el método de Baden-Powell. Seis características básicas se me ocurre señalarle entre otras: individual, integral, lúdico, social, psicológico, activo.
Como método individual, presta atención personal a cada uno, porque trata con humanos, no con cosas fabricadas en serie. Respeta, desarrolla y encauza la libre iniciativa y la personalidad naciente del muchacho.
La disciplina es autónoma, voluntaria, libremente aceptada, dejando paso franco a la auto educación. Se trata, por tanto, de “educar de adentro para afuera”, partiendo del espíritu.
Como integral, comprende recursos para todo lo educable: instintos, tendencias, aptitudes, aficiones, temperamentos, sentimientos, razonamiento y voluntad. En suma, produce carácter.
Como lúdico, todo pretende ser un juego para el muchacho. Y como todo juego mantiene el interés del Scout, es agradable, espontáneo, voluntario. La meta de ese juego, varía con la etapa: desde el juego por el juego, en la infancia, hasta el juego por la vida en la adultez.
Pero es también sociológico: busca el bien y la felicidad comunes y refuerza el sentido cristiano del prójimo. Recibe masa humana casi informe y devuelve: al hogar, mejores corazones; a la escuela, mejores mentalidades; a la iglesia, mejores conciencias; a la patria, mejores brazos ciudadanos y a la humanidad, mejores hombres.
Como método psicológico, educa, acorde con la evolución espiritual y corporal del muchacho y le rodea con el ambiente apropiado de libertad en contacto con la naturaleza.
Y es activo, por ello le llamamos Movimiento Scout; adiestra para la actuación en cualquier campo, mediante el sistema de estímulos y se proyecta al futuro. De ahí su expresión luminosa: “Es importante ser bueno; pero es mejor hacer el bien”.
El método Scout nació de la experiencia valiosa de su autor; del análisis de los defectos humanos a corregir, y de la selección de los remedios a aplicar. Por esto las obras básicas escritas por el Fundador son esencialmente educativas. El insistió mucho en que: “El principal objetivo del Escultismo es educar, no instruir”; por ello dio al psiquismo ávido del muchacho un Código de Honor viril, santo y sabio, camino de vida, normativo de la sección del pensamiento, del sentimiento y de la voluntad. “La Ley Scout, -escribió- es la base sobre la que descansa toda la educación del Escultismo”.
Más, como educar es conducir, el Escultismo se mueve hacia la integración del carácter y la personalidad por los cauces del espiritualismo axiológico, del optimismo constructivo, de la libertad creadora, del pacifismo generoso y de la práctica infatigable de la buena voluntad, del amor.
Porque en la voz de Baden-Powell, “El amor es buena voluntad, y la buena voluntad es voluntad de Dios”.
SU LUGAR EN LA PEDAGOGÍA.
Quienes pertenecen a la historia, son aquellos que descansan sobre pedestal de su obra.
Baden-Powell descansa sobre un pedestal que en tiempo se acrecienta: los millones de hombres que adiestró y sigue adiestrando para la humanidad.
A los 100 años del nacimiento del Fundador y a los 50 del Movimiento Scout, ya no se puede hablar de pedagogía moderna sin tener que mencionar al educador Baden-Powell. Así lo entienden ya De Hovre y Bovet en Francia, Larroyo en México, Luzuriaga en Argentina y otros. Para la obra de B-P., es preciso crear un capítulo aparte en las pedagogías: el capítulo de la escuela integral; porque el Escultismo es una escuela activa, de personalidad, con centros de interés, con bases psicobiológicas y con proyección sociológica.
Baden-Powell como educador se sitúa, definitivamente, entre los grandes maestros y entre los genios; porque, si vivir bien es realizar la vida humana, ayudar a los demás a vivir mejor es empezar a disfrutar de la inmortalidad.
Baden-Powell es ya un inmortal.
SÍNTESIS.
Baden-Powell, como educador, legó una nueva esperanza para el futuro elevando al muchacho a la categoría de ideal para alcanzar al ciudadano poniendo toda fuerza y circunstancia a su servicio.
Su amplia visión le permitió vivir mirando al futuro al mismo tiempo que modelaba el presente. Fue su ambulación mundial un noble y fecundo vagabundeo, con los pies en sólido contacto con la realidad y el pensamiento ubicado en el otero intangible del ideal.
Baden-Powell realizó el valor del amor en las distintas fases de su personalidad:
— siendo militar, educó para el amor al orden civilista;
— siendo religioso, educó para el amor a Dios;
— siendo viajero, educó para el amor a la naturaleza;
— siendo escritor, educó para el amor a la verdad;
— siendo artista, educó para el amor a la belleza y al bien;
— siendo pacifista, educó para el amor a la convivencia pacífica;
— siendo Scout, educó para el amor al servicio;
— siendo educador, realizó al amor a la humanidad.
ÚLTIMA PALABRA.
Los inmortales carecen de cronología. Se desprendieron del tiempo para entregarlo todo a su obra, y ésta, en retribución, los entrega a la inmortalidad.
Así son todos los fundadores de lo grande: levantan cimas cuya altura desconocen y se entregan a la conquista de su propia concepción. Frecuentemente no llegan a la cima; no tienen interés en hollarla; pero la dejan a los hombres valerosos que han formado para el futuro y que han de continuar la empresa.
Baden-Powell ha rebasado ya los límites de la Historia y en su última aventura, se ha adentrado en el ámbito sublime de la leyenda, leyenda de la paz feliz, norte luminoso que guía hacia la inmortalidad.
Soñador de fantasía, fue artesano de realidades. Arrasó con todas las fronteras y su sombra, como una flor de lis, se expande infatigable, agigantada con el ritmo de los tiempos.
Dr. Agustín G. Lemus T..
Ex-Guía de Akelas de México y
miembro del Consejo Interamericano del Escultismo.
Río de Janeiro, 23 de febrero de 1957.
Tomado del Face de
(N. de R.: este contenido fue escrito por un "Viejo Lobo", en 1957. Hoy, más que nunca, debe ser leído, analizado, y "traducido" a la vida misma de todo dirigente Scout)
Vivir no es alentar sino existir.
Existir no es solamente realizar el ser del hombre, sino proyectar el ser del hombre al hombre, para realizar el sentido humano de la vida.
Pero, proyectarse no es actuar de modo tal, que el prójimo se mueva hacia mí; proyectarse es moverse hacia el prójimo, en servicio del prójimo; porque “la vida es una actividad en favor de los demás” (B-P).
Esto, en suma, es educar.
Se ha pretendido clasificar de mil modos a los hombres y agruparlos en catálogos según diversas direcciones y dimensiones. Sin embargo, la medida de la silueta humana no es la cantidad de vida que un hombre disfrutó y lo que se llevó de su paso por el mundo; sino lo que hizo en favor de los demás y la cantidad de vida, nueva esperanza, que fue capaz de legar para el futuro.
Muchos hombres dejan, después de su paso, obras materiales y tesoros acumulados que no disfrutan ni han de compensar sus fatigas. Otros, muy pocos dejan obras del espíritu que son de disfrutar eterno. Pero el hombre no es sólo cuerpo, no sólo espíritu, es una entidad psicosomática, es objeto humano. Por ello, quien es capaz de dejar obras eminentemente humanas, cuerpo y espíritu en noble y fecunda producción; aquél que, desaparecido, se sucede, en su obra de una a otra generación de hombres trasmitiendo el germen de su anhelo, la meta de su ideal; ese hombre se aproxima luminosamente a Dios y participa de los atributos de creador. Baden-Powell es de éstos; fue un creador.
Pero, creador, en el sentido humano, no es sacar de la nada el ser: sino transformar lo que se recibe, devolviéndolo al mundo convertido en luz de nueva aurora, en nuevo y diáfano horizonte. Esto, modelar con la fuerza del anhelo y la suavidad del sentimiento, en la búsqueda sin fatiga del perfeccionamiento humano, es educar. Baden-Powell fue educador.
RAÍCES.
El educador no se hace; nace, se adiestra y se proyecta.
Baden-Powell fue una vocación creadora, altruista y de espíritu independiente. Fue un producto de su época y de sus circunstancias; pero fue, a la vez, un fruto de sí mismo, de su propia voluntad.
Toda su vida estuvo movida por el poder de la auto educación; nunca se contentó con el estribillo del maestro, sino que se lanzó, estimulado, a ser, a saber, a poder, llegando a su vez, a formar su propio estribillo, breve autobiografía que sigue repitiendo a las generaciones: “Rema tu propia canoa”.
Su escuela de vida fue la del soldado, la del dirigente, la del altruista, la del creyente. Es la escuela del deber que se ama, la de la responsabilidad que se vive, la de la satisfacción que se disfruta, la de la Fe que se defiende.
Inquieto, desde siempre, pudo parecer a sus mayores superficial e inconsistente. Ponía todo su entusiasmo en cualquier actividad que abordaba, más cuando ya no podía obtener de ella un nuevo resultado práctico, buscaba una nueva actividad o un nuevo paisaje. Su vida fue una continua exploración psíquica o geográfica. No supo lo que era perder tiempo y sí en cambio lo que era producir nuevas experiencias y guardar nuevas enseñanzas.
Por esto, su ámbito no puedo ser el límite cercano de los muros del hogar, de la iglesia o de la escuela; hubo de salir, de ir afuera, al mundo, para llegar al concepto de lo universal: “salid, -decía- de vuestra angosta vereda, cultivando vuestra mente”.
Hizo de su vida el método del Escultismo; por esto escogió como escenario de su vida la Naturaleza y como escenario de su obra la Humanidad.
SU MÉTODO.
Baden-Powell prefería llamar al Escultismo “juego” y no método. Así, desde el título, sentó las bases de su obra: se trataba de aprender el juego de la vida con las reglas más puras y las metas más elevadas, movido por el espíritu y preparado por el adiestramiento.
Un método pedagógico vale en la medida de cuanto educa; y en el individuo hay que educar todo lo educable, es decir, todo el individuo. Es difícil, yo no sé si imposible, hallar un método educativo más completo que el método de Baden-Powell. Seis características básicas se me ocurre señalarle entre otras: individual, integral, lúdico, social, psicológico, activo.
Como método individual, presta atención personal a cada uno, porque trata con humanos, no con cosas fabricadas en serie. Respeta, desarrolla y encauza la libre iniciativa y la personalidad naciente del muchacho.
La disciplina es autónoma, voluntaria, libremente aceptada, dejando paso franco a la auto educación. Se trata, por tanto, de “educar de adentro para afuera”, partiendo del espíritu.
Como integral, comprende recursos para todo lo educable: instintos, tendencias, aptitudes, aficiones, temperamentos, sentimientos, razonamiento y voluntad. En suma, produce carácter.
Como lúdico, todo pretende ser un juego para el muchacho. Y como todo juego mantiene el interés del Scout, es agradable, espontáneo, voluntario. La meta de ese juego, varía con la etapa: desde el juego por el juego, en la infancia, hasta el juego por la vida en la adultez.
Pero es también sociológico: busca el bien y la felicidad comunes y refuerza el sentido cristiano del prójimo. Recibe masa humana casi informe y devuelve: al hogar, mejores corazones; a la escuela, mejores mentalidades; a la iglesia, mejores conciencias; a la patria, mejores brazos ciudadanos y a la humanidad, mejores hombres.
Como método psicológico, educa, acorde con la evolución espiritual y corporal del muchacho y le rodea con el ambiente apropiado de libertad en contacto con la naturaleza.
Y es activo, por ello le llamamos Movimiento Scout; adiestra para la actuación en cualquier campo, mediante el sistema de estímulos y se proyecta al futuro. De ahí su expresión luminosa: “Es importante ser bueno; pero es mejor hacer el bien”.
El método Scout nació de la experiencia valiosa de su autor; del análisis de los defectos humanos a corregir, y de la selección de los remedios a aplicar. Por esto las obras básicas escritas por el Fundador son esencialmente educativas. El insistió mucho en que: “El principal objetivo del Escultismo es educar, no instruir”; por ello dio al psiquismo ávido del muchacho un Código de Honor viril, santo y sabio, camino de vida, normativo de la sección del pensamiento, del sentimiento y de la voluntad. “La Ley Scout, -escribió- es la base sobre la que descansa toda la educación del Escultismo”.
Más, como educar es conducir, el Escultismo se mueve hacia la integración del carácter y la personalidad por los cauces del espiritualismo axiológico, del optimismo constructivo, de la libertad creadora, del pacifismo generoso y de la práctica infatigable de la buena voluntad, del amor.
Porque en la voz de Baden-Powell, “El amor es buena voluntad, y la buena voluntad es voluntad de Dios”.
SU LUGAR EN LA PEDAGOGÍA.
Quienes pertenecen a la historia, son aquellos que descansan sobre pedestal de su obra.
Baden-Powell descansa sobre un pedestal que en tiempo se acrecienta: los millones de hombres que adiestró y sigue adiestrando para la humanidad.
A los 100 años del nacimiento del Fundador y a los 50 del Movimiento Scout, ya no se puede hablar de pedagogía moderna sin tener que mencionar al educador Baden-Powell. Así lo entienden ya De Hovre y Bovet en Francia, Larroyo en México, Luzuriaga en Argentina y otros. Para la obra de B-P., es preciso crear un capítulo aparte en las pedagogías: el capítulo de la escuela integral; porque el Escultismo es una escuela activa, de personalidad, con centros de interés, con bases psicobiológicas y con proyección sociológica.
Baden-Powell como educador se sitúa, definitivamente, entre los grandes maestros y entre los genios; porque, si vivir bien es realizar la vida humana, ayudar a los demás a vivir mejor es empezar a disfrutar de la inmortalidad.
Baden-Powell es ya un inmortal.
SÍNTESIS.
Baden-Powell, como educador, legó una nueva esperanza para el futuro elevando al muchacho a la categoría de ideal para alcanzar al ciudadano poniendo toda fuerza y circunstancia a su servicio.
Su amplia visión le permitió vivir mirando al futuro al mismo tiempo que modelaba el presente. Fue su ambulación mundial un noble y fecundo vagabundeo, con los pies en sólido contacto con la realidad y el pensamiento ubicado en el otero intangible del ideal.
Baden-Powell realizó el valor del amor en las distintas fases de su personalidad:
— siendo militar, educó para el amor al orden civilista;
— siendo religioso, educó para el amor a Dios;
— siendo viajero, educó para el amor a la naturaleza;
— siendo escritor, educó para el amor a la verdad;
— siendo artista, educó para el amor a la belleza y al bien;
— siendo pacifista, educó para el amor a la convivencia pacífica;
— siendo Scout, educó para el amor al servicio;
— siendo educador, realizó al amor a la humanidad.
ÚLTIMA PALABRA.
Los inmortales carecen de cronología. Se desprendieron del tiempo para entregarlo todo a su obra, y ésta, en retribución, los entrega a la inmortalidad.
Así son todos los fundadores de lo grande: levantan cimas cuya altura desconocen y se entregan a la conquista de su propia concepción. Frecuentemente no llegan a la cima; no tienen interés en hollarla; pero la dejan a los hombres valerosos que han formado para el futuro y que han de continuar la empresa.
Baden-Powell ha rebasado ya los límites de la Historia y en su última aventura, se ha adentrado en el ámbito sublime de la leyenda, leyenda de la paz feliz, norte luminoso que guía hacia la inmortalidad.
Soñador de fantasía, fue artesano de realidades. Arrasó con todas las fronteras y su sombra, como una flor de lis, se expande infatigable, agigantada con el ritmo de los tiempos.
Dr. Agustín G. Lemus T..
Ex-Guía de Akelas de México y
miembro del Consejo Interamericano del Escultismo.
Río de Janeiro, 23 de febrero de 1957.
Tomado del Face de
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