ES IMPOSIBLE NO COMUNICAR, LO POSIBLE ES NO COMPRENDER: UNA NOTA PARA LA COMUNICOLOGÍA GENERAL
FUENTE: http://www.razonypalabra.org.mx
ES IMPOSIBLE NO COMUNICAR, LO POSIBLE ES NO COMPRENDER: UNA NOTA PARA LA COMUNICOLOGÍA GENERAL
Por Carmen Castillo
Número 64
Resumen
El siguiente texto es un ensayo posmoderno que pretende provocar alguna reflexión en torno al papel que juega la comprensión en la comunicación humana. La primera parte ejemplifica la necesidad humana de dar significado a lo que quizá no tendría por qué tenerlo. La segunda parte comenta la propuesta del Grupo hacia una Comunicología Posible (GUCOM) para dar estructura a la naciente comunicología a partir de un constructo que integra cuatro categorías de primer orden: expresión, difusión, interacción y estructuración. En la tercera parte, con apoyo en las reflexiones de Dilthey, se describe someramente el papel y el proceso de la comprensión en las relaciones humanas. El trabajo concluye sugiriendo que la “comprensión” debe incorporarse como categoría de análisis en el constructo teórico propuesto por GUCOM para la comunicología general.
La comunicación modifica al tiempo social,
es una figura metabólica del movimiento,
del cambio,
de la mutación,
es una forma del tiempo.
Jesús Galindo
Primera escena: El antropólogo en busca de sentido
En el prólogo a la segunda edición del libro Verdad y Método I Gadamer hace explícita su crítica a la teoría histórica de Droysen, Dilthey, y a la suya propia cuando manifiesta su intensión de mostrar que la hermenéutica ha inducido a leer la historia como un libro, es decir, a creerla llena de sentido hasta sus últimas letras, pero ¿por qué habría de tener sentido la historia o cualquier otra cosa? De manera análoga, la gran oleada de investigaciones cualitativas contemporáneas están dedicadas a otorgar sentido a los fenómenos sociales que quizá no tendrían por qué tenerlos, que quizá han sido y son tan solo ejercicios de memética, de replicación automática, de repetir porque “así es la tradición”, ejercicios cuyo significado muchas veces ha sido otorgado solamente a posteriori en un ejercicio de segundo orden, y que quizá quien otorgó tal sentido ni siquiera fue el mismo replicador. Un ejemplo:
Había una vez un poblado que en el centro de su plaza tenía un gran edificio del siglo XVII dedicado a “San Bernardino de Siena”. Año con año, durante dos semanas, el pueblo celebraba –y celebra- suntuosamente la fiesta de su santo patrono, pero la gente que lo celebra, la que asiste a las corridas de toros en honor a Bernardino, la que asiste a la iglesia durante esas dos semanas, la que desfila con los estandartes que rezan “fe”, “esperanza” y “caridad” no sabe quién fue San Bernardino, ni por qué es ese y no otro, su santo patrono, ni porque lo celebra en esas semanas y no en otras. A aquel lugar llegó un día un peregrino, dígase un antropólogo1 quien pretendió infiltrarse entre los habitantes del lugar para estudiar aquello que le resultaba extraño. Así, observó la costumbre del lugar, la investigó, interpretó el fenómeno, lo comprendió, lo reportó, y luego –siguiendo la enseñanza de sus maestros- se le ocurrió que debía devolver el resultado de su trabajo a la comunidad. Entonces la comunidad, representada por algunos de sus miembros, perdió su ingenuidad relativa, y ahora “comprende” aquello que hasta entonces había estado reproduciendo “sin sentido”. Con sus herramientas de investigación cualitativa, el investigador encontró el significado de la fiesta de San Bernardino de Siena, y todos felices.
Pareciera ser que este otorgar significado, sentido y a continuación comprender, es una necesidad inherente a la intelectualidad humana. Esta necesidad está relacionada con un ejercicio cognitivo y afectivo, dirán los filósofos de la Hermenéutica (v. gr. Heidegger, Dilthey, Gadamer). La parte cognitiva está relacionada con acomodar la información de una manera coherente y comunicable, la parte afectiva con una actitud a favor del objeto.
Entre el antropólogo y la comunidad, se observa a fin de cuentas un flujo comunicativo: una circunstancia –la fiesta- que genera información, un observador –el antropólogo- que la recibe, la comprende, la transforma en un texto, y la devuelve, probablemente cristalizada en documentos que son a su vez información con algún destinatario. Hay entonces un ejercicio de comunicación, materia prima de la comunicología, así que dejemos la primera escena para virar a la comunicología mexicana.
Segunda escena: En busca de la comunicología
La historia de la comunicología tiene menos de dos décadas, pero el fenómeno de la comunicación trasciende a la temporalidad de las reflexiones al respecto, y de manera contemporánea, el Grupo hacia una Comunicología Posible (GUCOM) se ha dado a la tarea trabajar en la construcción de la fundamentación conceptual para la comunicología como un proyecto. Con base en una revisión histórica de las aportaciones al campo y aquellos elementos de sentido común basados en el concepto de comunicación, el grupo propone como una opción para el desarrollo de esta nueva disciplina, una estructura basada en dimensiones de primer y de segundo orden (Galindo, 2005, 2006).
Las cuatro dimensiones de primer orden citadas son: expresión, difusión, interacción y estructuración. La de segundo orden es la observación. Esta última percibe la estabilidad en las cuatro las dimensiones básicas, así como su movimiento, su ruptura y transformación. Ésta es inherente a todo ejercicio científico, así que la dejaremos al margen para centrarnos en aquellas que serían propias de la ciencia de la comunicación.
La dimensión de expresión alude a la percepción de las formas expresadas en los sistemas de información y comunicación. Refiere a los aspectos fijos, estables, y su análisis. El nivel de conocimiento para trabajar esta dimensión refiere a un código de formas por ser descifrado. La dimensión se asocia con la configuración de la información en sí misma.
La metáfora1 que personalmente me evoca esta dimensión es la de un performace posmoderno… Imagina que entras al patio central de un antiguo convento; las luces indican el camino de tu mirada, no hay sillas, te paras en donde te sientes más cómodo, y luego, los actores comienzan a caminar alrededor de ti… Observas una serie de cuadros estéticos que tienen que ver con el teatro, la danza y otras cosas. Los artistas turnan su escenificación con un video extraño, y se acompañan igual de música que de poesía. Todo ello igual en armonía que en contradicción o en caos. Termina el performance y sales del viejo convento con una sensación de confusión: ¿De qué se trató el evento? ¿Qué quisieron decir? ¿Qué pasó ahí? ¡Quién sabe! Todo aquello no alcanzó a generar unicidad de significado en quienes lo observaron, no obstante, puede ser descrito.
Aquello pudo haber dejando una expresión de confusión en el rostro de los asistentes y una sensación de in-comunicación entre quienes son ajenos al mundo del arte. ¿Entendió el público el performance? ¡No importa!, porque lo relevante para el artista fue el acto creativo, y lo que el público haga con ello, ya no es su problema. El problema de la dimensión expresiva de la comunicología a esto se parece, estriba en descifrar los códigos que expone una creación por sí misma. La semiología –dice Galindo- puede ser útil a esta tarea2.
La segunda dimensión a considerar es la difusión, que remite al ejercicio de los medios de comunicación masiva y a la manera en que éstos han sido estudiados. Es la dimensión de la información. Describe movimiento en un solo sentido: el traslado de información de una entidad a otra “de una configuración sistémica a otra configuración sistémica” (Galindo, 2006) y el efecto de tal acción implica que un sistema de información incluya en su organización a otro sistema de información. Las investigaciones en el campo de la mediología han aportado valiosa información en la construcción de esta dimensión y la memética –comenta Galindo- tiene también mucho que aportar (también han servido a la construcción del conocimiento en este campo otras tantas disciplinas sociales).
Pero lo que es verdaderamente comunicológico, dice GUCOM implica no sólo difusión sino interacción, así, la dimensión favorita del grupo parece ser esta tercera. Rizo (s.f.) menciona que considerando como su centro a la dimensión de interacción, la comunicación puede pensarse como el proceso básico para la construcción de la vida en sociedad, el mecanismo activador del diálogo y la convivencia entre sujetos sociales. La interacción comunicativa sería entonces “la trama discursiva que permite la socialización del sujeto por medio de sus actos dinámicos, su adaptación al entorno…” (Rizo, s.f.: ¶ 12). Los trabajos en comunicación interpersonal son materia base para esta dimensión, y el análisis se continúa a la mutua afectación de sistemas de mayores dimensiones: familias, grupos, civilizaciones. La sociología fenomenológica y la psicología social han brindado aportes valiosos a esta dimensión. La cibernética y la sistémica se ofrecen como importantes herramientas para analizar e intervenir en este tipo de relaciones.
Hasta aquí, estas tres dimensiones parecen contar una historia que se despliega en el tiempo: la construcción de un objeto-mensaje (expresión), la transmisión de aquello construido desde un sistema hacia otro (difusión), y la reacción de este otro sistema a la información recibida (interacción). Hasta aquí vemos movimiento, mutación, una forma de tiempo –diría Galindo-. En cambio, la última dimensión considerada por GUCOM pareciera querer fijar el proceso para observarlo en su conjunto. Esta dimensión es la estructuración. Para comprender la estructura que subyace a la comunicación no hay que fluir, sino detenerse, y mirar desde arriba aquello que genera la permanencia, continuidad. Las primeras tres categorías propuestas por el grupo, y la última, parecen ser formas diferentes de mirar el fenómeno. Hasta aquí la segunda escena.
Tercera escena. Los niños en el zoológico
Dos padres con sus hijos pasean en el zoológico de Memphis, Tennessee. Se acercan simultáneamente al corral de los ponis. Un güerito de dos años se prende de la barandilla del corral, comienza a brincar, señala a los animales y grita “¡ca-allo! ¡ca-allo!”. El niño al lado de aquel, un poco mayor, le responde con determinación al otro niño “no! It’s a horse! El más pequeño voltea, lo mira, pero regresa la vista a los ponis, los señala y con gran emoción grita aún más fuerte “¡¡¡ca-allo!!! ¡¡¡ca-allo!!!” El niño mayor voltea a mirar a su padre, y con gestos de gran enfado también levanta la voz: “Dady, it’s a horse!!! It’s a horse!!!” Éste niño lo sabía muy bien: “It’s a horse!!!” y no otra cosa. Uno de los padres percibe el conato de pleito y retira a su hijo del corral de los ponis.
Una cita:
La verdadera realidad de la comunicación humana consiste en que el diálogo no impone opinión de uno contra otro ni agrega la opinión de uno a la de otro a modo de suma. El diálogo transforma una y otra (…) La coincidencia no es ya mi opinión ni la tuya, sino una interpretación común del mundo, posibilita la solidaridad moral y social. Lo que es justo y se considera tal reclama la coincidencia que se alcanza en la comprensión recíproca de las personas. La opinión común se va formando constantemente cuando hablan unos con otros y desemboca en el silencio del consenso y de lo evidente. (Gadamer, 1970: 184-185)3.
Comprender puede entenderse como un ejercicio cognitivo: entender, alcanzar, penetrar. Implica también el encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otra persona (como no sucedió entre los pequeños en el zoológico), pero en un nivel más filosófico, los estudiosos de la hermenéutica han definido la comprensión como un requisito para la interpretación, en un principio de textos, por extrapolación, de seres y grupos humanos.
La comprensión hermenéutica (verstehen) tiene cualidades añadidas al ejercicio cognitivo, quizá la más relevante sea la actitud afectiva que acompaña al ejercicio de conocimiento. Teniendo como objeto de conocimiento a las producciones históricas, los filósofos de la hermenéutica –alemanes- explicaron que para la interpretación de los textos antiguos, a más de considerar por si mismo al objeto a comprender –el texto-, precisaba de un ejercicio subjetivo de empatía, de un deseo de hacer propio aquello externo, extraño y lejano. La comprensión, así entendida, sería una forma de conocer que a más de usar el intelecto, precisa que se despliegue el afecto con relación al objeto a conocer.
Decíamos que el método hermenéutico paso de servir a la interpretación de textos, a ser útil a otros objetos de conocimiento (a los que a veces se les mira como textos), especialmente aquellos que tocan a lo que en América llamamos “ciencias sociales”. Los alemanes, entre ellos quienes produjeron el modelo hermenéutico, etiquetan de una manera diferente a este tipo de ejercicios científicos. Ellos no hablan de “ciencias sociales”, usan una etiqueta que traducida diría “ciencias del espíritu” (geisteswissenschaften). Más que una diferencia de etiquetas podríamos pensar que a ello subyace una diferencia de enfoques. No es lo mismo pretender conocer “lo social” (así de neutro) que “el espíritu” (así de… ¿así de qué?). Dilthey, por ejemplo, escribía que con relación a cualquier objeto, el interés es explicarlo, pero cuando se trata seres humanos, el interés es –ó debía ser- comprenderlos.
Este autor identifica una diferencia importante entre el ejercicio científico en la ciencias de la naturaleza cuyo proceso de conocimiento implica abstraer de los fenómenos las leyes que los regulan y que les son comunes a todos los eventos -digamos que la clave está en la acumulación de casos semejantes para descubrir lo universal-, y el diferente quehacer de una disciplina como la historia que se basa en el análisis de singularidades. Esto, en su perspectiva, señala un ejercicio conceptual de naturaleza diferente, así, cuando se trata de construir una serie de inferencias que van de lo particular a lo particular es necesario hacer uso de la intuición, supliendo de este modo, la carencia de información externa. Tenemos luego un proceso interno de pensamiento que ha de apoyarse no en generalizaciones, no en un proceso de inducción, no en un método hipotético-deducción, sino en analogías: relación de atributos semejantes entre seres o cosas distintas. Luego, si lo que buscamos es comprender al ser humano, y la comprensión ha de construirse a partir de analogías, es útil el haber experimentado alguna situación similar a la que la otra persona refiere, y dada esta analogía inicial, es necesario aplicar una inferencia relacionada con tal analogía. Tengo entonces una reconstrucción, sin haber hecho uso de constructor teóricos abstractos. Este proceso, comenta Dilthey es tanto científico como artístico e implica un abordaje completo: la tarea es comprender al otro en su totalidad. Entonces, la hermenéutica entendida como método para la generación de conocimientos, apunta a la comprensión (verstehen) que resulta de un abordaje científico-artístico.
Requisito de la comprensión, continúa Dilthey, es la re-creación del otro en mi psique, lo cual depende de un proceso imaginativo, y la imaginación –agrega- es un proceso intuitivo. Entonces, no estamos hablando ni de análisis-síntesis, ni de deconstrucciones, ni de razonamiento abstracto, ni de juicios, sino de imaginación y de intuición (pensemos en los niños en el zoológico y en el posible ejercicio que hubiera conducido a la comprensión). La imaginación es un proceso creativo, luego, entonces comprender implica no una abstracción y una réplica, sino una creación interna acorde al modelo. Por ello, señala el autor, los poetas y los actores pueden generar un mayor nivel de comprensión respecto de otros seres humanos, pues tienen la habilidad para ponerse en el lugar de las otras personas de manera imparcial, sin analizar ni juzgar moralmente su proceder. Pueden recrear al otro en sí mismos. Esto implica cierto grado de simpatía, luego -dice Dilthey citando a Schleiermacher- el nivel más alto de comprensión requiere amor.
Un epílogo
Comunicación, del latín communicare, intercambiar, compartir, poner en común. Entre otras muchas cosas, efecto de comunión. Acción a partir de lo común, de lo compartido. En este entendido, parece ser algo más que una interacción, que una modificación mutua por efecto mutuo. Este poner en común, efecto de comunión es el blanco de la comunicación que se dice tal cosa. La comunicación precisa, si, de la expresión de un mensaje, que se mueva de un sistema hacia otro, e involucra una reacción o respuesta del sistema-diana. Esto vale perfectamente cuando la comunicación es entendida como una respuesta neuroquímica al miedo, como la danza de las abejas, como las señales satelitales, pero cuando hablamos de comunicación humana el juego se torna más complicado y el fin de la comunicación más ambicioso: efecto de comunión ¿hasta dónde podemos hablar de “compartir” o de un “efecto de comunión” entre la hipófisis y las gónadas ó entre un satélite y un teléfono celular? En la escena humana, quien pretende comunicarse aspira, por efecto de lo mismo, a ser comprendido, a generar ese “efecto de comunión” de significado compartido. El antropólogo de nuestra primera escena, eso busca, el novio que declara su amor, eso pretende.
Falta entonces en el tetraedro de Gucom que incorpora expresión, difusión, interacción y estructuración, el elemento propio del género que lo produjo, y que, si lo produjo, es porque aspira, así mismo, a encontrar un significado compartido para su propio objeto, a comprender lo que la comunicología ha de comunicarle y, así mismo, a que su trabajo sea comprendido.
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Notas:
1 Lo que aquí se presenta no es sino una caricatura provocadora que no hace justicia al trabajo serio de quienes admiro.
2 Vale recordar, siguiendo a Goffman (1997) [1959], que las metáforas son útiles para acercarse al objeto, pero tienen pronto que ser desechadas porque no alcanzan a describirlo.
3 Sin embargo, personalmente tengo conflicto con relación a que los análisis semiológicos establecen un acuerdo de significados entre quien descifra y el texto mismo, luego no es el texto por sí mismo, o la expresión por si misma, sino que inevitablemente se da un proceso relacional, una interacción entre el texto y quien lo descifra. Luego, no puede ser una categoría pura.
4 Las cursivas y negritas las he puesto yo.
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Referencias bibliográficas
Dilthey, Wilhelm (1996) “On understanding and hermeneutics: student lectura notes (1867-68)” en Dilthey Selected works. Vol IV Princeton: Princeton University Press.
Gadamer, H. G. (1996) Verdad y método I. Salamanca: Sígueme
Gadamer, H. G. (1970) “Lenguaje y comprensión” en Gadamer (1998) Verdad y Método II. Salamanca: Sígueme, pp. 181-194.
Galindo Cáceres, Jesús (2005) Comunicología y semiótica. La dimensión de la difusión y las tecnologías de información y comunicación. Recuperado en diciembre de 2007 de la página http://www.geocities.com/comunicologiaposible1
Galindo Cáceres, Jesús (2005) Comunicología y epistemología. El tiempo y las dimensiones sistémicas de la información y la comunicación. Recuperado en diciembre de 2007 de la páginahttp://www.geocities.com/arewara/arewara.htm
Galindo Cáceres, Jesús (2006[2003]) Construyendo una Comunicología a priori. Bases para la configuración de un espacio de posibilidades. Disponible en http://www.geocities.com/comunicologia_posible
Galindo, Jesús y Rizo, Marta (2005) “Bibliografía y comunicología posible. Trayectoria, diagnóstico y configuración de opciones, libros y autores en la bibliografía en español y en idioma distinto al español” en Galindo, Karam y Rizo, Cien libros hacia una comunicología posible. Ensayos, reseñas y sistemas de información (versión electrónica). México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México recuperada en febrero de 2008, de la página http://www.geocities.com/comunicologia_100libros/primerensayo.pdf
Karam, Tanius (2005) “Arqueología de un proyecto e historia de una aspiración” en Galindo, Karam y Rizo, Cien libros hacia una comunicología posible. Ensayos, reseñas y sistemas de información (versión electrónica) México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México recuperada en febrero de 2008, de la página http://www.geocities.com/comunicologia_100libros/primerensayo.pdf
Goffman, Erving (1997 [1959]) La representación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires: Amorrourtu editores.
Muñiz Rodríguez, Vicente (1989) Introducción a la filosofía del lenguaje. Problemas ontológicos. Barcelona: Anthropos.
Rizo García, Marta (s.f.) La dimensión de la interacción en la comunicología. Reflexión teórica, balance y prospectiva. Recuperado en febrero de 2008 de la página http://www.geocities.com/comunicologiaposible2
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Carme Castillo Rocha
licenciada en psicología (UNAM), maestra en ciencias antropológicas (Universidad Autónoma de Yucatán) y doctora en estudios mesoamericanos (Universidad de Hamburgo).
Etiquetas: comunicación
ES IMPOSIBLE NO COMUNICAR, LO POSIBLE ES NO COMPRENDER: UNA NOTA PARA LA COMUNICOLOGÍA GENERAL
Por Carmen Castillo
Número 64
Resumen
El siguiente texto es un ensayo posmoderno que pretende provocar alguna reflexión en torno al papel que juega la comprensión en la comunicación humana. La primera parte ejemplifica la necesidad humana de dar significado a lo que quizá no tendría por qué tenerlo. La segunda parte comenta la propuesta del Grupo hacia una Comunicología Posible (GUCOM) para dar estructura a la naciente comunicología a partir de un constructo que integra cuatro categorías de primer orden: expresión, difusión, interacción y estructuración. En la tercera parte, con apoyo en las reflexiones de Dilthey, se describe someramente el papel y el proceso de la comprensión en las relaciones humanas. El trabajo concluye sugiriendo que la “comprensión” debe incorporarse como categoría de análisis en el constructo teórico propuesto por GUCOM para la comunicología general.
La comunicación modifica al tiempo social,
es una figura metabólica del movimiento,
del cambio,
de la mutación,
es una forma del tiempo.
Jesús Galindo
Primera escena: El antropólogo en busca de sentido
En el prólogo a la segunda edición del libro Verdad y Método I Gadamer hace explícita su crítica a la teoría histórica de Droysen, Dilthey, y a la suya propia cuando manifiesta su intensión de mostrar que la hermenéutica ha inducido a leer la historia como un libro, es decir, a creerla llena de sentido hasta sus últimas letras, pero ¿por qué habría de tener sentido la historia o cualquier otra cosa? De manera análoga, la gran oleada de investigaciones cualitativas contemporáneas están dedicadas a otorgar sentido a los fenómenos sociales que quizá no tendrían por qué tenerlos, que quizá han sido y son tan solo ejercicios de memética, de replicación automática, de repetir porque “así es la tradición”, ejercicios cuyo significado muchas veces ha sido otorgado solamente a posteriori en un ejercicio de segundo orden, y que quizá quien otorgó tal sentido ni siquiera fue el mismo replicador. Un ejemplo:
Había una vez un poblado que en el centro de su plaza tenía un gran edificio del siglo XVII dedicado a “San Bernardino de Siena”. Año con año, durante dos semanas, el pueblo celebraba –y celebra- suntuosamente la fiesta de su santo patrono, pero la gente que lo celebra, la que asiste a las corridas de toros en honor a Bernardino, la que asiste a la iglesia durante esas dos semanas, la que desfila con los estandartes que rezan “fe”, “esperanza” y “caridad” no sabe quién fue San Bernardino, ni por qué es ese y no otro, su santo patrono, ni porque lo celebra en esas semanas y no en otras. A aquel lugar llegó un día un peregrino, dígase un antropólogo1 quien pretendió infiltrarse entre los habitantes del lugar para estudiar aquello que le resultaba extraño. Así, observó la costumbre del lugar, la investigó, interpretó el fenómeno, lo comprendió, lo reportó, y luego –siguiendo la enseñanza de sus maestros- se le ocurrió que debía devolver el resultado de su trabajo a la comunidad. Entonces la comunidad, representada por algunos de sus miembros, perdió su ingenuidad relativa, y ahora “comprende” aquello que hasta entonces había estado reproduciendo “sin sentido”. Con sus herramientas de investigación cualitativa, el investigador encontró el significado de la fiesta de San Bernardino de Siena, y todos felices.
Pareciera ser que este otorgar significado, sentido y a continuación comprender, es una necesidad inherente a la intelectualidad humana. Esta necesidad está relacionada con un ejercicio cognitivo y afectivo, dirán los filósofos de la Hermenéutica (v. gr. Heidegger, Dilthey, Gadamer). La parte cognitiva está relacionada con acomodar la información de una manera coherente y comunicable, la parte afectiva con una actitud a favor del objeto.
Entre el antropólogo y la comunidad, se observa a fin de cuentas un flujo comunicativo: una circunstancia –la fiesta- que genera información, un observador –el antropólogo- que la recibe, la comprende, la transforma en un texto, y la devuelve, probablemente cristalizada en documentos que son a su vez información con algún destinatario. Hay entonces un ejercicio de comunicación, materia prima de la comunicología, así que dejemos la primera escena para virar a la comunicología mexicana.
Segunda escena: En busca de la comunicología
La historia de la comunicología tiene menos de dos décadas, pero el fenómeno de la comunicación trasciende a la temporalidad de las reflexiones al respecto, y de manera contemporánea, el Grupo hacia una Comunicología Posible (GUCOM) se ha dado a la tarea trabajar en la construcción de la fundamentación conceptual para la comunicología como un proyecto. Con base en una revisión histórica de las aportaciones al campo y aquellos elementos de sentido común basados en el concepto de comunicación, el grupo propone como una opción para el desarrollo de esta nueva disciplina, una estructura basada en dimensiones de primer y de segundo orden (Galindo, 2005, 2006).
Las cuatro dimensiones de primer orden citadas son: expresión, difusión, interacción y estructuración. La de segundo orden es la observación. Esta última percibe la estabilidad en las cuatro las dimensiones básicas, así como su movimiento, su ruptura y transformación. Ésta es inherente a todo ejercicio científico, así que la dejaremos al margen para centrarnos en aquellas que serían propias de la ciencia de la comunicación.
La dimensión de expresión alude a la percepción de las formas expresadas en los sistemas de información y comunicación. Refiere a los aspectos fijos, estables, y su análisis. El nivel de conocimiento para trabajar esta dimensión refiere a un código de formas por ser descifrado. La dimensión se asocia con la configuración de la información en sí misma.
La metáfora1 que personalmente me evoca esta dimensión es la de un performace posmoderno… Imagina que entras al patio central de un antiguo convento; las luces indican el camino de tu mirada, no hay sillas, te paras en donde te sientes más cómodo, y luego, los actores comienzan a caminar alrededor de ti… Observas una serie de cuadros estéticos que tienen que ver con el teatro, la danza y otras cosas. Los artistas turnan su escenificación con un video extraño, y se acompañan igual de música que de poesía. Todo ello igual en armonía que en contradicción o en caos. Termina el performance y sales del viejo convento con una sensación de confusión: ¿De qué se trató el evento? ¿Qué quisieron decir? ¿Qué pasó ahí? ¡Quién sabe! Todo aquello no alcanzó a generar unicidad de significado en quienes lo observaron, no obstante, puede ser descrito.
Aquello pudo haber dejando una expresión de confusión en el rostro de los asistentes y una sensación de in-comunicación entre quienes son ajenos al mundo del arte. ¿Entendió el público el performance? ¡No importa!, porque lo relevante para el artista fue el acto creativo, y lo que el público haga con ello, ya no es su problema. El problema de la dimensión expresiva de la comunicología a esto se parece, estriba en descifrar los códigos que expone una creación por sí misma. La semiología –dice Galindo- puede ser útil a esta tarea2.
La segunda dimensión a considerar es la difusión, que remite al ejercicio de los medios de comunicación masiva y a la manera en que éstos han sido estudiados. Es la dimensión de la información. Describe movimiento en un solo sentido: el traslado de información de una entidad a otra “de una configuración sistémica a otra configuración sistémica” (Galindo, 2006) y el efecto de tal acción implica que un sistema de información incluya en su organización a otro sistema de información. Las investigaciones en el campo de la mediología han aportado valiosa información en la construcción de esta dimensión y la memética –comenta Galindo- tiene también mucho que aportar (también han servido a la construcción del conocimiento en este campo otras tantas disciplinas sociales).
Pero lo que es verdaderamente comunicológico, dice GUCOM implica no sólo difusión sino interacción, así, la dimensión favorita del grupo parece ser esta tercera. Rizo (s.f.) menciona que considerando como su centro a la dimensión de interacción, la comunicación puede pensarse como el proceso básico para la construcción de la vida en sociedad, el mecanismo activador del diálogo y la convivencia entre sujetos sociales. La interacción comunicativa sería entonces “la trama discursiva que permite la socialización del sujeto por medio de sus actos dinámicos, su adaptación al entorno…” (Rizo, s.f.: ¶ 12). Los trabajos en comunicación interpersonal son materia base para esta dimensión, y el análisis se continúa a la mutua afectación de sistemas de mayores dimensiones: familias, grupos, civilizaciones. La sociología fenomenológica y la psicología social han brindado aportes valiosos a esta dimensión. La cibernética y la sistémica se ofrecen como importantes herramientas para analizar e intervenir en este tipo de relaciones.
Hasta aquí, estas tres dimensiones parecen contar una historia que se despliega en el tiempo: la construcción de un objeto-mensaje (expresión), la transmisión de aquello construido desde un sistema hacia otro (difusión), y la reacción de este otro sistema a la información recibida (interacción). Hasta aquí vemos movimiento, mutación, una forma de tiempo –diría Galindo-. En cambio, la última dimensión considerada por GUCOM pareciera querer fijar el proceso para observarlo en su conjunto. Esta dimensión es la estructuración. Para comprender la estructura que subyace a la comunicación no hay que fluir, sino detenerse, y mirar desde arriba aquello que genera la permanencia, continuidad. Las primeras tres categorías propuestas por el grupo, y la última, parecen ser formas diferentes de mirar el fenómeno. Hasta aquí la segunda escena.
Tercera escena. Los niños en el zoológico
Dos padres con sus hijos pasean en el zoológico de Memphis, Tennessee. Se acercan simultáneamente al corral de los ponis. Un güerito de dos años se prende de la barandilla del corral, comienza a brincar, señala a los animales y grita “¡ca-allo! ¡ca-allo!”. El niño al lado de aquel, un poco mayor, le responde con determinación al otro niño “no! It’s a horse! El más pequeño voltea, lo mira, pero regresa la vista a los ponis, los señala y con gran emoción grita aún más fuerte “¡¡¡ca-allo!!! ¡¡¡ca-allo!!!” El niño mayor voltea a mirar a su padre, y con gestos de gran enfado también levanta la voz: “Dady, it’s a horse!!! It’s a horse!!!” Éste niño lo sabía muy bien: “It’s a horse!!!” y no otra cosa. Uno de los padres percibe el conato de pleito y retira a su hijo del corral de los ponis.
Una cita:
La verdadera realidad de la comunicación humana consiste en que el diálogo no impone opinión de uno contra otro ni agrega la opinión de uno a la de otro a modo de suma. El diálogo transforma una y otra (…) La coincidencia no es ya mi opinión ni la tuya, sino una interpretación común del mundo, posibilita la solidaridad moral y social. Lo que es justo y se considera tal reclama la coincidencia que se alcanza en la comprensión recíproca de las personas. La opinión común se va formando constantemente cuando hablan unos con otros y desemboca en el silencio del consenso y de lo evidente. (Gadamer, 1970: 184-185)3.
Comprender puede entenderse como un ejercicio cognitivo: entender, alcanzar, penetrar. Implica también el encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otra persona (como no sucedió entre los pequeños en el zoológico), pero en un nivel más filosófico, los estudiosos de la hermenéutica han definido la comprensión como un requisito para la interpretación, en un principio de textos, por extrapolación, de seres y grupos humanos.
La comprensión hermenéutica (verstehen) tiene cualidades añadidas al ejercicio cognitivo, quizá la más relevante sea la actitud afectiva que acompaña al ejercicio de conocimiento. Teniendo como objeto de conocimiento a las producciones históricas, los filósofos de la hermenéutica –alemanes- explicaron que para la interpretación de los textos antiguos, a más de considerar por si mismo al objeto a comprender –el texto-, precisaba de un ejercicio subjetivo de empatía, de un deseo de hacer propio aquello externo, extraño y lejano. La comprensión, así entendida, sería una forma de conocer que a más de usar el intelecto, precisa que se despliegue el afecto con relación al objeto a conocer.
Decíamos que el método hermenéutico paso de servir a la interpretación de textos, a ser útil a otros objetos de conocimiento (a los que a veces se les mira como textos), especialmente aquellos que tocan a lo que en América llamamos “ciencias sociales”. Los alemanes, entre ellos quienes produjeron el modelo hermenéutico, etiquetan de una manera diferente a este tipo de ejercicios científicos. Ellos no hablan de “ciencias sociales”, usan una etiqueta que traducida diría “ciencias del espíritu” (geisteswissenschaften). Más que una diferencia de etiquetas podríamos pensar que a ello subyace una diferencia de enfoques. No es lo mismo pretender conocer “lo social” (así de neutro) que “el espíritu” (así de… ¿así de qué?). Dilthey, por ejemplo, escribía que con relación a cualquier objeto, el interés es explicarlo, pero cuando se trata seres humanos, el interés es –ó debía ser- comprenderlos.
Este autor identifica una diferencia importante entre el ejercicio científico en la ciencias de la naturaleza cuyo proceso de conocimiento implica abstraer de los fenómenos las leyes que los regulan y que les son comunes a todos los eventos -digamos que la clave está en la acumulación de casos semejantes para descubrir lo universal-, y el diferente quehacer de una disciplina como la historia que se basa en el análisis de singularidades. Esto, en su perspectiva, señala un ejercicio conceptual de naturaleza diferente, así, cuando se trata de construir una serie de inferencias que van de lo particular a lo particular es necesario hacer uso de la intuición, supliendo de este modo, la carencia de información externa. Tenemos luego un proceso interno de pensamiento que ha de apoyarse no en generalizaciones, no en un proceso de inducción, no en un método hipotético-deducción, sino en analogías: relación de atributos semejantes entre seres o cosas distintas. Luego, si lo que buscamos es comprender al ser humano, y la comprensión ha de construirse a partir de analogías, es útil el haber experimentado alguna situación similar a la que la otra persona refiere, y dada esta analogía inicial, es necesario aplicar una inferencia relacionada con tal analogía. Tengo entonces una reconstrucción, sin haber hecho uso de constructor teóricos abstractos. Este proceso, comenta Dilthey es tanto científico como artístico e implica un abordaje completo: la tarea es comprender al otro en su totalidad. Entonces, la hermenéutica entendida como método para la generación de conocimientos, apunta a la comprensión (verstehen) que resulta de un abordaje científico-artístico.
Requisito de la comprensión, continúa Dilthey, es la re-creación del otro en mi psique, lo cual depende de un proceso imaginativo, y la imaginación –agrega- es un proceso intuitivo. Entonces, no estamos hablando ni de análisis-síntesis, ni de deconstrucciones, ni de razonamiento abstracto, ni de juicios, sino de imaginación y de intuición (pensemos en los niños en el zoológico y en el posible ejercicio que hubiera conducido a la comprensión). La imaginación es un proceso creativo, luego, entonces comprender implica no una abstracción y una réplica, sino una creación interna acorde al modelo. Por ello, señala el autor, los poetas y los actores pueden generar un mayor nivel de comprensión respecto de otros seres humanos, pues tienen la habilidad para ponerse en el lugar de las otras personas de manera imparcial, sin analizar ni juzgar moralmente su proceder. Pueden recrear al otro en sí mismos. Esto implica cierto grado de simpatía, luego -dice Dilthey citando a Schleiermacher- el nivel más alto de comprensión requiere amor.
Un epílogo
Comunicación, del latín communicare, intercambiar, compartir, poner en común. Entre otras muchas cosas, efecto de comunión. Acción a partir de lo común, de lo compartido. En este entendido, parece ser algo más que una interacción, que una modificación mutua por efecto mutuo. Este poner en común, efecto de comunión es el blanco de la comunicación que se dice tal cosa. La comunicación precisa, si, de la expresión de un mensaje, que se mueva de un sistema hacia otro, e involucra una reacción o respuesta del sistema-diana. Esto vale perfectamente cuando la comunicación es entendida como una respuesta neuroquímica al miedo, como la danza de las abejas, como las señales satelitales, pero cuando hablamos de comunicación humana el juego se torna más complicado y el fin de la comunicación más ambicioso: efecto de comunión ¿hasta dónde podemos hablar de “compartir” o de un “efecto de comunión” entre la hipófisis y las gónadas ó entre un satélite y un teléfono celular? En la escena humana, quien pretende comunicarse aspira, por efecto de lo mismo, a ser comprendido, a generar ese “efecto de comunión” de significado compartido. El antropólogo de nuestra primera escena, eso busca, el novio que declara su amor, eso pretende.
Falta entonces en el tetraedro de Gucom que incorpora expresión, difusión, interacción y estructuración, el elemento propio del género que lo produjo, y que, si lo produjo, es porque aspira, así mismo, a encontrar un significado compartido para su propio objeto, a comprender lo que la comunicología ha de comunicarle y, así mismo, a que su trabajo sea comprendido.
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Notas:
1 Lo que aquí se presenta no es sino una caricatura provocadora que no hace justicia al trabajo serio de quienes admiro.
2 Vale recordar, siguiendo a Goffman (1997) [1959], que las metáforas son útiles para acercarse al objeto, pero tienen pronto que ser desechadas porque no alcanzan a describirlo.
3 Sin embargo, personalmente tengo conflicto con relación a que los análisis semiológicos establecen un acuerdo de significados entre quien descifra y el texto mismo, luego no es el texto por sí mismo, o la expresión por si misma, sino que inevitablemente se da un proceso relacional, una interacción entre el texto y quien lo descifra. Luego, no puede ser una categoría pura.
4 Las cursivas y negritas las he puesto yo.
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Referencias bibliográficas
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Carme Castillo Rocha
licenciada en psicología (UNAM), maestra en ciencias antropológicas (Universidad Autónoma de Yucatán) y doctora en estudios mesoamericanos (Universidad de Hamburgo).
Etiquetas: comunicación
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Nora Quevedo Labrador.