Conceptos Básicos de la Teoría y la Perspectivas de Género.

Algunos conceptos básicos de la Teoría y la Perspectiva de Género
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Para alcanzar objetividad en la
investigación social, es fundamental
tomar en cuenta las condiciones
y las situaciones vitales de
los sujetos: género, edad, clase,
etnia, preferencia erótica, filiación
política, creencia religiosa, escolaridad,
ocupación, etcétera. En las
situaciones de vida se expresa la
diversidad humana; ellas son la diversidad
humana en lo concreto y
sin ellas resulta imposible comprender
la dinámica de cualquier
proceso social.

Las situaciones genéricas de los
sujetos sociales, además de explicar
en cada momento la historia de
las personas y su muy particular
forma de pertenecer a los grupos
y de actuar en éstos o de separarse
de ellos, son producto de la
dinámica social. Al mismo tiempo,
la generan e inciden en ella,
la reproducen y la preservan o la
modifican. Las situaciones genéricas
se constituyen en factores determinantes
de cualquier aspecto de la
realidad social que se desee investigar.
La Perspectiva de Género permite
abordar de manera integral,
histórica y dialéctica, la sexualidad
humana patriarcal. Es decir, da
acceso al análisis y la interpretación
de las condiciones y la situaciones
vitales, concretas y subjetivas. Estas,
que en su mayoría son involuntarias
e inconscientes, hacen la
vida de los sujetos y de los géneros.

Conocerlas permite comprender
la inclusión y las formas de
participación pasiva o activa de los
sujetos en el desarrollo de los procesos
sociales y, en su caso, explicar
su marginación o exclusión
de los mismos.

Perspectivas Teóricas
La Perspectiva de Género en la investigación
Censurar es criticar, interpretar,
juzgar y elaborar discursos valorativos
destinados a sustentar y
aplicar prohibiciones, exclusiones,
supresiones.

Todos practicamos la censura
en algún momento de nuestras
vidas y varias veces a lo largo de
cada uno de nuestros días. Al
hacerlo, nos asumimos como portadores
o portadoras de valores
que presumimos incuestionables,
de verdades que tratamos de inmutables
y que proclamamos como
mónadas de alguna ética que suponemos
universal y ahistórica, y
de ciertos fines que consideramos
también ahistóricos, comunes siempre
a la humanidad.

De esa manera, concebimos a
nuestra censura como la única
censura válida, natural e incuestionable,
y la vemos como parte
de la realización de un programa de
acción indiscutible e indudablemente
sustentado en las más puras
convicciones políticas, en la única
fe auténtica.

Y también así aceptamos la
erección de instituciones sociales
desde las que se definen las acciones
y pensamientos, las palabras,
los hechos y las omisiones, las fantasías,
los deseos y los errores que
han de ser sometidos a reprobación
pública. O íntima, porque también
en lo más recóndito de nuestra subjetividad
o a flor de piel en nuestras
relaciones cotidianas, cada
La censura y sus manifestaciones
quien ha estructurado su propio
Tribunal de la Santa Inquisición
al que somete, aunque sólo sea
de manera teórica y fantasiosa, a
las personas, a la interacción entre
ellas, a las propias relaciones con
los demás, a los acontecimientos,
las lecturas, las obras de arte, y
hasta los hechos cotidianos más
banales.

En ambos niveles de vida cada
persona, desfila de día y de noche,
en la vigilia y en el sueño, todo lo que
puede ser clasificado como lo ajeno
e inaceptable, y como vicio,
pecado, herejía, traición, antipatriotismo,
poca hombría, desliz,
desacierto, obscenidad, indecencia,
impudicia, desvergüenza, abyección,
o al menos incorreción,
impertinencia o inconveniencia.
Y todo lo demás que las personas y
las instituciones, abiertamente o
en secreto, consideran censurable
y condenan con el poder relativo
que han adquirido en la convivencia
competitiva y descarnada
de cada día.

Censura, organización social de
la jerarquía inequitativa, ubicación
de cada quien en sus propias
tradiciones culturales, aprendizaje
y enseñanza (es decir, educación
o endoculturación y, también,
comunicación, conformación de los
sujetos, de su psiquismo y de las
identidades), son procesos vinculados
entre sí como partes del
vasto mundo de la irracionalidad,
los mitos, las supersticiones, los
prejuicios y las creencias que integran
la censura fundante y suplantan
o se superponen como
fuerza dominante al conocimiento,
a la reflexión, a la tolerancia
a la expresión diversa con libertad
pero sin opresión y a los
caminos de la equidad social.

En su conjunto, la complejidad
de las problemáticas que
confluyen en la censura de la
cotidianidad, configura el universo
de la dominación y de las relaciones
fundadas en la desigualdad
de acceso a los recursos que dan
poderes para sobrevivir y convivir;
se trata de la inequidad
prevaleciente, cuya deconstrucción
se emprende desde las corrientes
intelectuales, artísticas, políticas
y filosóficas libertarias, y por
cuya preservación y consolidación
porfían con todos los medios a
su alcance las instituciones del
conservadurismo, con todo el potencial
de las fortalezas laicas,
académicas y religiosas, jurídicas
y consuetudinarias que controlan,
incluyendo desde luego a las que
establecen y regulan la historia
oficial, el pensamiento oficial, la
ciencia oficial y la estética oficial.
La censura, al igual que las leyes,
los mandamientos religiosos
y los usos y costumbres de cada
sociedad, se materializa en la
vida cotidiana a partir de las concepciones
estructuradas en lo íntimo
de cada sujeto social, de las
restricciones, las obligaciones y
las prohibiciones, de las negaciones
y las afirmaciones incuestionables,
de los premios, los castigos,
el ostracismo y la indiferencia, de
la intimidación y de la represión,
de la violencia física y psicológica,
de las leyes escritas y quizás
más aún de las no escritas.

En una palabra, de los ámbitos en
donde se ejerce y se padece permanentemente
el dominio patriarcal
tanto en los espacios domésticos y
privados como en los sociales y públicos
dominio de los hombres sobre
las mujeres, de los adultos sobre los
menores, dominio económico de
propietarios sobre desposeídos y
desposeídas, dominio de creyentes
a manos de quienes administran la
fe, dominio de quienes han definido
las normas públicas de la
sexualidad sobre quienes expresan
preferencias diferentes, dominio
de caciques sobre dependientes y
clientelas, dominio de políticos sobre
la ciudadanía excluida, dominio
de quienes controlan las ideas y el
pensamiento, la ciencia y el arte
sobre los investigadores y creadores
forzados a congraciarse con
aquéllos o por lo menos a frecuentar
los salones cortesanos donde
sólo se alcanzan logros mediante
la adulación.

En el momento en que cada
persona nace, los ojos de la sociedad,
a través de la mirada de
quien asiste a la madre en el
parto, se posa en sus genitales y
con voz contundente proclama:
“Es niño, es niña.” Así, cada recién
nacido es adscrito de inmediato a
uno de los dos géneros. Las prescripciones
de su condición de vida,
la estructura fundamental de su
identidad, las formas limitadas en
que podrá desarrollarse intelectual
y afectivamente, las eventualidades
de su ubicación y las
potencialidades de su acción en
el mundo y en los círculos vitales
en que tendrá la posibilidad de
moverse, quedan entonces definidos
y establecidos para construir
sobre ellos lo que parecerá un
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16 Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales
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destino previsible: la censura genérica,
es decir, la estructurada
sobre la adscripción de género,
es la arena en la que se sintetizan
todas las censuras sociales
destinadas a controlar a cada sujeto
y a mantenerlo sometido a dominios
de los que no podrá librarse
ni para aceptarlos ni para ejercerlos:
la censura endosada a la lengua
y a los otros lenguajes, la de
las tradiciones familiares, la de la
nación, la étnica, la religiosa....

Todas las censuras se sintetizan
en una censura global y compleja
que es ante todo autocensura,
censura que cada sujeto ejerce
sobre sí mismo a partir de la interpretación
personal que elabora en
su aprendizaje para sobrevivir y
convivir.

Cada sociedad reconoce como
válidas y deseables determinadas
concepciones de la realidad y
estipula ciertas formas de vida:
actividades, relaciones, comportamientos
y actitudes. En primer
lugar, de acuerdo con el sexo –el
género— de la persona. Con base
en los valores dominantes, cada
sujeto puede reconocerse y ser
reconocido como expresión suficientemente
adecuada de formas
aceptables y deseables de ser.

Lo que acontece en la vida de cada
hombre, de cada mujer, es función
de la medida en que sus vidas
se apegan a la censura generalizada
e individualizada que define
obligaciones, tabúes e interdicciones,
características identitarias y
responsabilidades, jerarquías, privilegios
y sometimientos.

Cada quien puede evocar, sistematizar,
entender e interpretar
la construcción personal que ha hecho
desde su nacimiento hasta
hoy en su experiencia de vida de la
suprema censura social, fundante e
ineludible. Cada quien puede también
evaluar la forma en que ha
evadido la censura y ha hecho
creativo su devenir en el mundo resistiendo
a la censura, enfrentándola
con imaginación.

Y de la misma manera cada cual
tiene la posibilidad de percibir
hasta qué punto y en qué ámbitos
ha asumido la censura como
pauta personal de vida y la ha
ejercido sobre los otros.

La ciencia, es decir, el conocimiento
y el pensamiento racionales,
así como la literatura y las
artes son espacios humanos fundamentales
en el develamiento de
las censuras dominantes y en la
edificación de concepciones y relaciones
cada vez menos censuradas.

Cada movimiento libertario,
artístico, político, intelectual, es
un esfuerzo por hallar alternativas
a las censuras del poder. Y,
poco a poco, todos contribuyen a
la lenta, trabajosa y, a menudo,
incierta construcción de los caminos
de la libertad.

De la historia de la censura
mencionaré algunos casos paradigmáticos:
El Levítico es quizá el primer
compendio normativo de prejuicios
y censuras sexistas y xenófobas
sobre el que se estructuró
el monoteísmo, mosaico que más
tarde recogerían sin cambio el
cristianismo y el Islam.

Los censores de Sócrates lo
acusaron por impío, por corromper
la moral de la juventud, por generar
escepticismo e incredulidad
al difundir la ciencia y por mostrar
cómo convertir a los argumentos
más poderosos en los más débiles.
Lo condenaron, porque con su discurso
filosófico y sus enseñanzas
amenazaba la seguridad del Estado.

Y Sócrates mismo aceptó
ese juicio como fundamental para
preservar la legislación ateniense.
A Juana de Asbaje le fueron
incautados sus libros, sus instrumentos
musicales, sus escritos y
sus aparatos científicos y así
sobrevivió un tiempo en la desolación
sin posibilidades de recuperar
lo que le había servido en
su creatividad, ni de retornar a sus
espacios de resistencia a la censura.

Olimpia de Gouges fue guillotinada
en 1793 por exigir que la
Declaración Universal de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano
enumerara también los derechos
de las mujeres y ellas fueran reconocidas
también como ciudadanas.

El nazismo, el macartismo y el
estalinismo han sido síntesis teórica,
metodológica y técnica de
toda la censura imaginable por la
humanidad, y de la censura más
encarnizada y brutal practicada en
todos los tiempos.

La Editorial Providencia publicó
en la ciudad de México y distribuyó
en Guadalajara libros de
texto para los últimos tres años
de la escuela primaria y para toda
la secundaria, que componen el más
completo compendio de mitos y
prejuicios acerca de lo divino y lo
natural, el más estricto código de
tabúes, prohibiciones, culpabiliza-
Perspectivas Teóricas
ciones y amenazas, pensado como
arma pedagógica para estructurar
la censura oficial cotidiana y la
autocensura neomedieval del neoliberalismo
cristiano y globalizador.

Los seis volúmenes de Creciendo
en el amor pretenden tener los
mismos alcances que las condenas
islámicas han tenido en las
vidas personales del escritor
Rushdie y de la escritora Nasrim,
pero también los que la censura
clásica tuvo en la muerte del filósofo
ateniense.

Y, para referirnos sólo a México
como muestra de lo que es vivencia
cotidiana de todos los hombres
y las mujeres del mundo,
especialmente de quienes viven
en la miseria material, en la miseria
de las secuelas bélicas y en
la miseria cultural, ninguna reflexión
sobre la censura puede olvidar
el destino sangriento que los
censores concibieron y ejecutaron
para centenas de jóvenes en
1968, y para todos aquellos y aquellas
que, día a día, son encarcelados
y son muertos hoy por sus
ideas o por sus acciones libertarias.

Tampoco puede omitirse a las
mujeres y los hombres que, víctimas
de la censura, mueren atacados
por el sida o las miles de mujeres
que en todo el mundo mueren
de embarazos y de abortos mal
practicados gracias a la censura
mojigata de unos y a la hipócrita
complicidad de otros.

Tampoco pueden ser olvidadas
todas esas poblaciones serranas y
selváticas rodeadas por el ejército
en el sur y sureste de México.

Y no podemos olvidarnos de nosotros
mismos, mujeres y hombres
de las grandes ciudades vigiladas
por soldados en uniforme azul.

Vale la pena recordar también
que ni en la Enciclopedia de México
ni en el Diccionario enciclopédico
de México se incluyeron artículos
sobre la censura, pese a que ambas
obras estudian a fondo a los medios,
la política y el arte en nuestro país.

Obviamente, cada persona puede
hacer su propio recuento sincrónico
y diacrónico de censuras
en actividad. Yo he hecho la mía
teniendo en mente que los censores
siempre escapan a las reglas
de la censura que controlan, pues
junto a ella han creado los mecanismos
de la impunidad con que
levantan las murallas de corrupción
que los protegen.

Para concluir, recordaré que en
la formación de los sujetos y las
identidades sociales e individuales,
la censura es un acto fundante
y, hasta donde sabemos, por ahora
ineludible. Pero dos millones de
años de construcción de la humanidad
por sí misma han creado
posibilidades que sólo hasta hace
un siglo o siglo y medio han comenzado
a percibirse. Hoy es posible
explorar los mecanismos de la
censura fundante gracias al desarrollo
del conocimiento de lo social,
de lo cultural y de lo psíquico. Y
por ello es también posible concebir
la posibilidad de que en un
futuro no muy lejano los sujetos
y las identidades puedan construirse
sobre bases diferentes al tabú,
a las imposiciones irracionales y al
control opresivo. Es decir, sobre
conciencias y voluntades fundadas
en el conocimiento de las necesidades
y la endoculturación para
la equidad y para esa libertad de
cada quien que no se estructure sobre
el daño ni la sumisión de nadie.

No está la humanidad aún en
los umbrales de una cotidianidad
libertaria, pero sin duda está algo
más cerca de ella que hace pocos
decenios: sus renovados útiles
son las corrientes críticas de la
filosofía, la antropología, la historia,
el psicoanálisis, la ética, la
política y, necesariamente, la comunicación.

Y algunos signos atestiguan
la resistencia a la censura
que anuncian la concreción de ese
acercamiento.

La racionalidad crítica, la expresión
libre pero no opresiva de
las emotividades y de la imaginación
creativa, pueden permitir la
construcción de alternativas viables
a la censura fundante que estructura
el psiquismo, la identidad y
las interacciones de cada quien
en su propia sociedad.

De manera paralela, la crítica
rigurosa a las intolerancias, al racismo,
a la xenofobia, al sexismo
y a la corrupción es el medio en
que se cultiva el antídoto contra la
censura que sintetiza y expresa
todas las concepciones que fundamentan
las prácticas sociales
supresoras y excluyentes.

A nada nuevo conduciría, en la
cotidianidad de las relaciones, oponer
una nueva censura a la censura
dominante.

Sólo una actitud exploratoria
generalizada, basada en información
adecuada suficiente y en la
reflexión y comunicación abierta
permite conocer, comprender e interpretar
críticamente la realidad
de cada día.
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18 Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales
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Sólo cuando el esfuerzo humano
se destina a deconstruir las estructuras
opresivas, inequitativas
e injustas que nos encierran y nos
limitan podemos imaginar alternativas
y experimentarlas en la
práctica.
Únicamente la crítica así entendida
puede detener y sustituir la
censura institucional, destructiva,
opresora y conservadora, que
es nuestra prisión de cada día, el
freno que nos impide vivir una
vida de placeres, satisfacciones y
gozos compartidos, no arrancados
a la mansedumbre de nadie.
Recibido

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