La Tolerancia siempre está en Tensión y nunca es completa

Por Marivel Mendoza Ontiveros,
Dra. en Antropología,
Texcoco, México.-


Esta frase la sostiene Giovanni Sartori (2001), pues en estos tiempos de migraciones de personas culturas y mensajes vale la pena que revisemos la idea de tolerancia y comunidades plurales.

Hasta el siglo XVII se había creído siempre que la diversidad era causa de la discordia y de los desórdenes que llevaban a los Estados a la ruina. Por tanto, se había creído siempre que la salud del Estado exigía unanimidad. Por ello, hasta hace muy poco tiempo en la mayoría de nuestros paises se hablaba de una cultura nacional, y no faltaron algunos dictadores que pretendieron homogeneizar cultural y racialmente a la población. Si embargo, en ese mismo siglo lo que empezó a ser sospechoso fue dicha unanimidad. Que la variedad y no la uniformidad, el discrepar y no la unanimidad, sean “cosas buenas” son creencias consideradas valiosas que emergen con la tolerancia, que se adscriben al contexto cultural del pluralismo.

La idea de pluralismo está implícita en el desarrollo del concepto tolerancia, están intrínsecamente conectadas. El pluralismo presupone tolerancia, no existe pluralismo intolerante. El pluralismo rechaza la intolerancia, que es un odio cultural que reivindica una superioridad cultural alternativa. El pluralismo respeta una sociedad multicultural que existe y es preexistente, asegurándose de que haya una paz intercultural, no fomenta una hostilidad entre culturas.
Sin embargo, ¿cuál es la elasticidad de la tolerancia? Si la pregunta nos lleva a buscar un límite fijo preestablecido, no lo encontraremos, pero el grado de flexibilidad de la tolerancia se puede establecer con tres criterios.

1.- Siempre debemos proporcionar razones de aquello que consideramos intolerable, por lo tanto, la tolerancia excluye el dogmatismo.

2.- Se debemos considerar el principio de no hacer mal, de no dañar. Es decir, no estamos obligados a tolerar comportamientos que nos infligen daño o perjuicio.

3.- Debemos esperar reciprocidad: al ser tolerantes con los demás, esperamos ser tolerados por ellos.

Existe un punto en el que no podemos avanzar en la tolerancia, y es justamente este principio de reciprocidad. Pluralismo es un vivir juntos, en la diferencia y con diferencias, pero siempre y cuando haya contrapartida


Tolerancia no es indiferencia, ni presupone indiferencia. Si somos indiferentes, no estamos interesados. Tampoco la tolerancia supone relativismo, si somos relativistas, estamos abiertos a una multiplicidad de puntos de vista. Pero la tolerancia no presupone visiones relativistas. Quien es tolerante tiene creencias y principios propios, los que considera verdaderos, y sin embargo, concede que los otros tengan el derecho de cultivar creencias equivocadas.

La visiones relativistas nos han llevado a creer que todas las culturas merecen igual respeto y, por lo tanto, cada quien que viva como quiera -el chador a las mujeres, la poligamia y la ablación del clítoris-, ésto ha llevado al desmembramiento de la comunidad pluralista en subgrupos de comunidades cerradas homogéneas, a la tribalización en la que falta la interculturalidad porque falta el diálogo.

En resumen, no vale la visión intolerante maniquea de amigo o enemigo, ni tampoco la difusa apertura cosmopolita (relativista) que desaparece el concepto de comunidad. Si bien los seres humanos somos una especie social que se agrupa en subgrupos, siempre con límites -móviles pero no anulables-, requerimos del contraste entre nosotros y ellos. Pero también toda comunidad presupone una clausura, un juntarse, cerrarse hacia afuera sin excluir.



Tomado de Municipalidad y Cultura

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