Ser o aparentar: ésa es la cuestión
Ferran MartorellEconomista y Publicitario
Desde que el ser humano hace funcionar sus neuronas, o sea, desde hace muchos siglos, las personas tienen una forma de comportarse distinta en función de los objetivos que pretenden alcanzar.
Hay quien actúa según piensa, esto es, expresa sinceramente su personalidad y hay quien aparenta ser como no es, tratando que su entorno tenga una opinión sobre su persona diferente a la realidad.
Estas dos conductas, aunque parezca que sea una cosa de poca importancia, modifican en gran manera las relaciones tanto de familia como entre amistades o en el trabajo.
No es lo mismo ser honesto, culto, inteligente o simpático que aparentarlo. Y esta forma de actuar a veces se percibe claramente aunque en la mayoría de ocasiones engaña a las personas que nos rodean.
Cuando alguien abusa de la apariencia acaba engañándose a sí mismo y al final termina siendo una simple caricatura de su auténtica personalidad.
Todos y cada uno de nosotros en momentos determinados de nuestra vida actuamos sinceramente pero en ocasiones aparentamos ser lo que no somos porque creemos que fingiendo las personas que nos rodean nos apreciarán más, nos respetarán y quizás hasta lleguen a admirarnos.
Es una forma de buscar el camino de la felicidad a través de una de sus variables o reglas básicas que, en su día, ya publiqué en estas páginas.
La cuestión es que siendo o aparentando, según las circunstancias, conduce a situaciones negativas al resto de nuestros semejantes. Creo que aparentar se da mucho en el caso de los políticos.
No todos, pero bastantes, no son lo que aparentan ni dicen lo que realmente piensan. Esto ocurre también entre profesionales de diferentes actividades o en determinadas entidades que pretenden crearse una imagen expresando virtudes en letra normal y tapando la realidad en letra pequeña.
No se puede decir que mienten pero la distorsión de la realidad se acerca mucho al engaño.Esta conducta distinta en momentos determinados puede llevar a la triste situación del famoso caso de la desaparición de la niña Madeleine.
Ni diferentes policías, ni jueces, ni expertos psicólogos saben en estos momentos si los padres de la criatura son inocentes o tan sólo aparentan serlo. Todo indica que no va a ser nada fácil llegar a averiguar la verdad del asunto.Creo que no hace falta que ponga algún otro ejemplo. Podemos concluir afirmando que cuanto más seamos nosotros mismos y menos aparentemos, nuestra sociedad funcionará mejor, seremos más creíbles y, por supuesto, mucho más éticos.
Ferran MartorellEconomista y Publicitario
Desde que el ser humano hace funcionar sus neuronas, o sea, desde hace muchos siglos, las personas tienen una forma de comportarse distinta en función de los objetivos que pretenden alcanzar.
Hay quien actúa según piensa, esto es, expresa sinceramente su personalidad y hay quien aparenta ser como no es, tratando que su entorno tenga una opinión sobre su persona diferente a la realidad.
Estas dos conductas, aunque parezca que sea una cosa de poca importancia, modifican en gran manera las relaciones tanto de familia como entre amistades o en el trabajo.
No es lo mismo ser honesto, culto, inteligente o simpático que aparentarlo. Y esta forma de actuar a veces se percibe claramente aunque en la mayoría de ocasiones engaña a las personas que nos rodean.
Cuando alguien abusa de la apariencia acaba engañándose a sí mismo y al final termina siendo una simple caricatura de su auténtica personalidad.
Todos y cada uno de nosotros en momentos determinados de nuestra vida actuamos sinceramente pero en ocasiones aparentamos ser lo que no somos porque creemos que fingiendo las personas que nos rodean nos apreciarán más, nos respetarán y quizás hasta lleguen a admirarnos.
Es una forma de buscar el camino de la felicidad a través de una de sus variables o reglas básicas que, en su día, ya publiqué en estas páginas.
La cuestión es que siendo o aparentando, según las circunstancias, conduce a situaciones negativas al resto de nuestros semejantes. Creo que aparentar se da mucho en el caso de los políticos.
No todos, pero bastantes, no son lo que aparentan ni dicen lo que realmente piensan. Esto ocurre también entre profesionales de diferentes actividades o en determinadas entidades que pretenden crearse una imagen expresando virtudes en letra normal y tapando la realidad en letra pequeña.
No se puede decir que mienten pero la distorsión de la realidad se acerca mucho al engaño.Esta conducta distinta en momentos determinados puede llevar a la triste situación del famoso caso de la desaparición de la niña Madeleine.
Ni diferentes policías, ni jueces, ni expertos psicólogos saben en estos momentos si los padres de la criatura son inocentes o tan sólo aparentan serlo. Todo indica que no va a ser nada fácil llegar a averiguar la verdad del asunto.Creo que no hace falta que ponga algún otro ejemplo. Podemos concluir afirmando que cuanto más seamos nosotros mismos y menos aparentemos, nuestra sociedad funcionará mejor, seremos más creíbles y, por supuesto, mucho más éticos.
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