DE LO RELATIVO DE LOS HECHOS A LAS CONTRADICCIONES
APOYO AL ABORTO
Se acabó la amnistía intelectual para Amnistía Internacional
Por José Francisco Serrano Oceja
Cuando el responsable del dicasterio romano Justicia y Paz, el cardenal Martino, anunció que las instituciones de la Iglesia, tal y como lo habían hecho anteriormente varios episcopados, iban a retirar las ayudas a Amnistía Internacional, no pocos epígonos del progresismo patrio y patriótico se rasgaron las vestiduras. La Iglesia otra vez, pensaron. Ya está la infame, el fundamentalismo, atacando la raíz de las libertades que legitiman el voluntariado universal. Voluntarios del mundo, uníos.
Vaya, antes que nada, mi respeto y admiración por quienes sinceramente y con conciencia recta dedican parte de su tiempo y de sus recursos a ayudar a los demás. Creo sinceramente que ese impulso humanitario, solidario, es uno de los signos de nuestro tiempo. Un signo, por otra parte, ambiguo en la medida en que dice mucho para no decir nada. La solidaridad es la nueva religión humanitaria y humanitarista de nuestro tiempo; es la confesión de ese dogmatismo celulítico de los derechos humanos que se utiliza para un roto y un descosido. En nombre de los derechos humanos más avanzados, de los derechos de los pueblos y de los derechos de nueva generación y de las nuevas generaciones se han cometido, si cabe, muchos crímenes.
Lo que el cardenal Martino ha recordado es algo muy sencillo: hay que predicar con el ejemplo. Amnistía Internacional, mal que le pese, ha caído en manos de las redes que le han tendido las ideologías relativistas que consideran el aborto, la destrucción del ser humano en el seno materno, una práctica ejemplar. De nada sirve la ciencia y la conciencia si de llevar adelante los postulados del buen samaritano laico se trata. Mientras que Kate Gilmore se pasea por los estrados universales de la liberación integral legitimando un genocidio silencioso
–¿quién defiende los derechos de los concebidos no nacidos?–asienta una nueva doctrina preventiva frente a quienes defienden la defensa de la persona humana. Si Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional en la Iglesia de St. Martin in the Fields, levantara la cabeza miraría para otro lado horrorizado por esa pérdida de pie en la realidad de esa bienintencionada organización altruista. Cuando la ideología impide ver la realidad, ésta se acaba convirtiendo en una pesadilla para quienes están sometidos a la dictadura de las nuevas políticas de desarrollo estatistas. Se puede acusar a la Iglesia, y a los cristianos, de muchas cosas, pero no de haber abandonado los lugares en los que el sufrimiento es la tónica, el clima y el ambiente.
Ahora que estamos en un momento de la historia de la Iglesia, con el Pontificado de Benedicto XVI, en el que se nos recuerda lo fundamental cristiano, el amor como la norma y lo normado, el amor a Dios y a los hombres; ahora que el Papa nos ha conjugado en presente la esencia de la solidaridad de inspiración cristiana, lo que no se debe permitir es las incongruencias o los compromisos que impidan la lógica coherencia de la fe cristiana. No se trata de que los católicos no podamos ayudar a organizaciones no confesionales; se trata de que seamos conscientes de que detrás de la ayuda humanitaria hay siempre una ideología humanitaria que puede producirnos más de una sorpresa. Si los católicos le retiran a Amnistía Internacional sus pecunios "background-color:es por elemental coherencia, la que no parece tener esta organización internacional que denuncia certeramente las torturas, los crímenes de guerra, las violaciones de los derechos humanos, pero no la violación más flagrante contra el hombre más débil en nuestro tiempo:el aborto.Hay quien afirma que algunos líderes de Amnistía Internacional van a llamar a la desobediencia eclesial de los católicos. Así lo ha recomendado Kate Gilmore, en una entrevista en la cadena ABC: "Defenderíamos el derecho de cada católico a ser selectivo en qué aspectos del pronunciamiento vaticano quieren aplicar a la realidad de sus vidas". Y para más insistencia añade: "Ciertamente los católicos han ejercido su libre elección respecto a la contracepción. Espero que en lo que se refiere a la mayor organización de derechos humanos del mundo puedan permitir que no estemos de acuerdo en todo para apoyar algunas cosas". Todo un ejemplo de rigor intelectual y de honestidad humanitaria en esta "benemérita organización", como la ha calificado el cardenal Martino, que se pliega a la presión de los
–¿quién defiende los derechos de los concebidos no nacidos?– asienta una nueva doctrina preventiva frente a quienes defienden la defensa de la persona humana. Si Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional en la Iglesia de St. Martin in the Fields, levantara la cabeza miraría para otro lado horrorizado por esa pérdida de pie en la realidad de esa bienintencionada organización altruista. Cuando la ideología impide ver la realidad, ésta se acaba convirtiendo en una pesadilla para quienes están sometidos a la dictadura de las nuevas políticas de desarrollo estatistas .
Se puede acusar a la Iglesia, y a los cristianos, de muchas cosas, pero no de haber abandonado los lugares en los que el sufrimiento es la tónica, el clima y el ambiente. Ahora que estamos en un momento de la historia de la Iglesia, con el Pontificado de Benedicto XVI, en el que se nos recuerda lo fundamental cristiano, el amor como la norma y lo normado, el amor a Dios y a los hombres; ahora que el Papa nos ha conjugado en presente la esencia de la solidaridad de inspiración cristiana, lo que no se debe permitir es las incongruencias o los compromisos que impidan la lógica coherencia de la fe cristiana. No se trata de que los católicos no podamos ayudar a organizaciones no confesionales; se trata de que seamos conscientes de que detrás de la ayuda humanitaria hay siempre una ideología humanitaria que puede producirnos más de una sorpresa. Si los católicos le retiran a Amnistía Internacional sus pecunios es por elemental coherencia, la que no parece tener esta organización internacional que denuncia certeramente las torturas, los crímenes de guerra, las violaciones de los derechos humanos, pero no la violación más flagrante contra el hombre más débil en nuestro tiempo: el aborto.
Hay quien afirma que algunos líderes de Amnistía Internacional van a llamar a la desobediencia eclesial de los católicos. Así lo ha recomendado Kate Gilmore, en una entrevista en la cadena ABC: "Defenderíamos el derecho de cada católico a ser selectivo en qué aspectos del pronunciamiento vaticano quieren aplicar a la realidad de sus vidas". Y para más insistencia añade: "Ciertamente los católicos han ejercido su libre elección respecto a la contracepción. Espero que en lo que se refiere a la mayor organización de derechos humanos del mundo puedan permitir que no estemos de acuerdo en todo para apoyar algunas cosas". Todo un ejemplo de rigor intelectual y de honestidad humanitaria en esta "benemérita organización", como la ha calificado el cardenal Martino, que se pliega a la presión de los LOBBIES ABORTISTAS.
Se acabó la amnistía intelectual para Amnistía Internacional
Por José Francisco Serrano Oceja
Cuando el responsable del dicasterio romano Justicia y Paz, el cardenal Martino, anunció que las instituciones de la Iglesia, tal y como lo habían hecho anteriormente varios episcopados, iban a retirar las ayudas a Amnistía Internacional, no pocos epígonos del progresismo patrio y patriótico se rasgaron las vestiduras. La Iglesia otra vez, pensaron. Ya está la infame, el fundamentalismo, atacando la raíz de las libertades que legitiman el voluntariado universal. Voluntarios del mundo, uníos.
Vaya, antes que nada, mi respeto y admiración por quienes sinceramente y con conciencia recta dedican parte de su tiempo y de sus recursos a ayudar a los demás. Creo sinceramente que ese impulso humanitario, solidario, es uno de los signos de nuestro tiempo. Un signo, por otra parte, ambiguo en la medida en que dice mucho para no decir nada. La solidaridad es la nueva religión humanitaria y humanitarista de nuestro tiempo; es la confesión de ese dogmatismo celulítico de los derechos humanos que se utiliza para un roto y un descosido. En nombre de los derechos humanos más avanzados, de los derechos de los pueblos y de los derechos de nueva generación y de las nuevas generaciones se han cometido, si cabe, muchos crímenes.
Lo que el cardenal Martino ha recordado es algo muy sencillo: hay que predicar con el ejemplo. Amnistía Internacional, mal que le pese, ha caído en manos de las redes que le han tendido las ideologías relativistas que consideran el aborto, la destrucción del ser humano en el seno materno, una práctica ejemplar. De nada sirve la ciencia y la conciencia si de llevar adelante los postulados del buen samaritano laico se trata. Mientras que Kate Gilmore se pasea por los estrados universales de la liberación integral legitimando un genocidio silencioso
–¿quién defiende los derechos de los concebidos no nacidos?–asienta una nueva doctrina preventiva frente a quienes defienden la defensa de la persona humana. Si Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional en la Iglesia de St. Martin in the Fields, levantara la cabeza miraría para otro lado horrorizado por esa pérdida de pie en la realidad de esa bienintencionada organización altruista. Cuando la ideología impide ver la realidad, ésta se acaba convirtiendo en una pesadilla para quienes están sometidos a la dictadura de las nuevas políticas de desarrollo estatistas. Se puede acusar a la Iglesia, y a los cristianos, de muchas cosas, pero no de haber abandonado los lugares en los que el sufrimiento es la tónica, el clima y el ambiente.
Ahora que estamos en un momento de la historia de la Iglesia, con el Pontificado de Benedicto XVI, en el que se nos recuerda lo fundamental cristiano, el amor como la norma y lo normado, el amor a Dios y a los hombres; ahora que el Papa nos ha conjugado en presente la esencia de la solidaridad de inspiración cristiana, lo que no se debe permitir es las incongruencias o los compromisos que impidan la lógica coherencia de la fe cristiana. No se trata de que los católicos no podamos ayudar a organizaciones no confesionales; se trata de que seamos conscientes de que detrás de la ayuda humanitaria hay siempre una ideología humanitaria que puede producirnos más de una sorpresa. Si los católicos le retiran a Amnistía Internacional sus pecunios "background-color:es por elemental coherencia, la que no parece tener esta organización internacional que denuncia certeramente las torturas, los crímenes de guerra, las violaciones de los derechos humanos, pero no la violación más flagrante contra el hombre más débil en nuestro tiempo:el aborto.Hay quien afirma que algunos líderes de Amnistía Internacional van a llamar a la desobediencia eclesial de los católicos. Así lo ha recomendado Kate Gilmore, en una entrevista en la cadena ABC: "Defenderíamos el derecho de cada católico a ser selectivo en qué aspectos del pronunciamiento vaticano quieren aplicar a la realidad de sus vidas". Y para más insistencia añade: "Ciertamente los católicos han ejercido su libre elección respecto a la contracepción. Espero que en lo que se refiere a la mayor organización de derechos humanos del mundo puedan permitir que no estemos de acuerdo en todo para apoyar algunas cosas". Todo un ejemplo de rigor intelectual y de honestidad humanitaria en esta "benemérita organización", como la ha calificado el cardenal Martino, que se pliega a la presión de los
–¿quién defiende los derechos de los concebidos no nacidos?– asienta una nueva doctrina preventiva frente a quienes defienden la defensa de la persona humana. Si Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional en la Iglesia de St. Martin in the Fields, levantara la cabeza miraría para otro lado horrorizado por esa pérdida de pie en la realidad de esa bienintencionada organización altruista. Cuando la ideología impide ver la realidad, ésta se acaba convirtiendo en una pesadilla para quienes están sometidos a la dictadura de las nuevas políticas de desarrollo estatistas .
Se puede acusar a la Iglesia, y a los cristianos, de muchas cosas, pero no de haber abandonado los lugares en los que el sufrimiento es la tónica, el clima y el ambiente. Ahora que estamos en un momento de la historia de la Iglesia, con el Pontificado de Benedicto XVI, en el que se nos recuerda lo fundamental cristiano, el amor como la norma y lo normado, el amor a Dios y a los hombres; ahora que el Papa nos ha conjugado en presente la esencia de la solidaridad de inspiración cristiana, lo que no se debe permitir es las incongruencias o los compromisos que impidan la lógica coherencia de la fe cristiana. No se trata de que los católicos no podamos ayudar a organizaciones no confesionales; se trata de que seamos conscientes de que detrás de la ayuda humanitaria hay siempre una ideología humanitaria que puede producirnos más de una sorpresa. Si los católicos le retiran a Amnistía Internacional sus pecunios es por elemental coherencia, la que no parece tener esta organización internacional que denuncia certeramente las torturas, los crímenes de guerra, las violaciones de los derechos humanos, pero no la violación más flagrante contra el hombre más débil en nuestro tiempo: el aborto.
Hay quien afirma que algunos líderes de Amnistía Internacional van a llamar a la desobediencia eclesial de los católicos. Así lo ha recomendado Kate Gilmore, en una entrevista en la cadena ABC: "Defenderíamos el derecho de cada católico a ser selectivo en qué aspectos del pronunciamiento vaticano quieren aplicar a la realidad de sus vidas". Y para más insistencia añade: "Ciertamente los católicos han ejercido su libre elección respecto a la contracepción. Espero que en lo que se refiere a la mayor organización de derechos humanos del mundo puedan permitir que no estemos de acuerdo en todo para apoyar algunas cosas". Todo un ejemplo de rigor intelectual y de honestidad humanitaria en esta "benemérita organización", como la ha calificado el cardenal Martino, que se pliega a la presión de los LOBBIES ABORTISTAS.
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