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SOBRE CÓMO ALGUNOS DE LOS RECURSOS QUE UTILIZAN LOS HABITANTES DEL MANGLAR EN EL PACÍFICO COLOMBIANO SE CONVIERTEN EN DINERO Y C
MANGLARES Y ECONOMIA EXTRACTIVA .
SOBRE CÓMO ALGUNOS DE LOS RECURSOS QUE UTILIZAN LOS HABITANTES DEL MANGLAR EN EL PACÍFICO COLOMBIANO SE CONVIERTEN EN DINERO Y CÓMO ÉSTE SE ALEJA
Claudia Leal1
Curiosa ubicación la de las gentes que habitan la franja de manglar del Pacífico colombiano: cerca del mar o en sus orillas, sobre islas que flotan en aguas injertas2, cubiertas por bosques en los que dominan árboles con inmensas raíces zancudas, que se inundan a diario por la acción de la marea. Curiosa ubicación, pero estratégica: pues el variado entorno les permite utilizar los recursos que ofrece el mar y las innumerables riquezas del manglar, así como también los bosques que se desarrollan en los respaldos de los manglares. Los habitantes de estas áreas han usado este medio generoso para satisfacer sus necesidades de consumo y para comerciar con quienes río arriba no tienen la dicha de gozar del pescado fresco a diario. La economía local también ha estado vinculada a redes de mercado más amplias por medio de la venta de algunos productos naturales requeridos temporalmente en los mercados nacionales e internacionales.
Esta particular forma de vincularse a la economía nacional y mundial no es exclusiva de los pobladores del manglar, sino una constante en la región del Pacífico colombiano. Condiciones particulares de esta angosta franja costera, como la variada gama de recursos que ofrece y tiene cerca, lo hacen un muy buen ejemplo del sistema de economía extractiva, caracterizado no sólo por la extracción de recursos naturales, sino también por la fuga de las ganancias que genera. Los auges de la tagua, el caucho y la corteza del mangle, y la venta de moluscos, pieles y aletas, sirven en este artículo para ilustrar este modelo económico.
LOS MANGLARES DE LA COSTA DEL PACÍFICO
Más de la mitad de la costa del Pacífico colombiano está cubierta por manglares que forman un largo corredor desde más allá de la frontera con el Ecuador hasta cabo Corrientes en el Chocó. Más hacia el norte, hay otras pocas pequeñas manchas de este ecosistema (ver mapa). En el Atlántico también hay manglares; sin embargo, los del Pacífico, además de ser más exuberantes, constituyen el 77.55% del área cubierta por este tipo de bosque en Colombia, equivalente a 283.775 hectáreas3.
Los manglares son bosques inundados que se encuentran en la confluencia de aguas dulces y salobres, y están atravesados por canales navegables, llamados esteros, que aumentan y disminuyen su caudal al ritmo de las mareas. Los mangles son árboles que en su proceso evolutivo se adaptaron a las presiones de ese medio singular: desarrollaron mecanismos para eliminar los excesos de sal, para sostenerse en suelos inestables y para sobrevivir en sustratos sin oxígeno, y lograron semillas flotantes que se desarrollan parcialmente en el mismo árbol como base de sus estrategias de reproducción4. Hay mangles de diferentes especies; en Colombia se distinguen claramente siete, de las cuarenta y tantas que hay en el mundo5. En la franja costera del Pacífico predomina el mangle rojo, así denominado por la abundante tintura de su corteza, y fácilmente reconocible gracias a sus raíces que parecen enormes arañas, lo que ha hecho que al manglar se le conozca localmente como el raicero.
Los manglares son importantes como barrera de protección de las costas frente a la embestida diaria del mar y como trampa de los sedimentos que arrastran los ríos. La abundancia de nutrientes que retienen permite el desarrollo de gran variedad de fauna asociada y los hacen uno de los ecosistemas más productivos del planeta. Son el lugar de reproducción y de desarrollo de las larvas de muchos organismos y el hábitat de moluscos, reptiles, aves y mamíferos, por no mencionar los insoportables jejenes y zancudos, entre otros insectos. Para el Pacífico colombiano se han reportado 380 especies de peces que entran a los estuarios o habitan en ellos6, lo que evidencia la importancia del manglar en el mantenimiento de la pesca costera.
En el Pacífico, la franja de manglar alcanza a ser relativamente ancha gracias a la vasta influencia de las mareas. La abundante oferta de agua dulce con nutrientes, proveniente de los tantos ríos que alimentados por las frecuentes lluvias corren desde la cordillera occidental hasta la costa, favorece el extraordinario desarrollo de los árboles7. Ríos como el Baudó y el San Juan, en el Chocó; el Cajambre y el Yurumanguí, en el Valle; y el Micay y el Saija, en el Cauca; ayudan a sostener los manglares que se desarrollan en sus bocanas. Sin embargo, es hacia el norte de Nariño, donde desembocan los ríos Iscuandé, Tapaje, Sanquianga y Patía, donde los manglares alcanzan su mejor expresión. Con el fin de conservar este valioso ecosistema, en 1977 se creó en esa zona un parque natural de 80 mil hectáreas al que se llamó Sanquianga. A pesar de que según las normas vigentes las áreas destinadas a la conservación de la naturaleza por medio de esta figura legal no deberían ser habitadas, según censo de 1992 en este parque había 51 comunidades y 6.979 personas.8
LOS POBLADORES
Y es que no sólo el Parque, sino todos los manglares están habitados. A lo largo de la costa y entre los esteros se encuentran numerosos poblados, algunos muy recientes como Bocana Nueva y otros muy antiguos como Tumaco, que según las averiguaciones del padre José Miguel Garrido fue fundado entre 1640 y 1644.9 Los habitantes del manglar han aprovechado las playas y los escasos firmes para establecerse; por eso el tipo de poblamiento ha sido nucleado y no de viviendas dispersas, como sucedió en el caso de los ríos que bañan el Pacífico colombiano.
La historia de la ocupación actual de la zona de manglar hace parte de un proceso de poblamiento más amplio, caracterizado por las migraciones, que desde antes del siglo XIX, pero con mayor intensidad desde entonces, se realizaron desde los centros mineros coloniales hacia el resto del litoral. Papayal y Mayorquín, en el Valle, por ejemplo, nacieron entre 1875 y 1880 gracias al desplazamiento de mineros del Raposo. La población de Pital en el río Cajambre, de origen más reciente, fue creada por los mineros que bajaron de la zona alta del mismo río en 191310. Este proceso fue protagonizado por los antiguos esclavos y sus descendientes, por lo que la gran mayoria de los habitantes del manglar son negros. Por eso este artículo se refiere principalmente a ellos, aunque también hay comunidades indígenas, de las etnias waunan y eperara-siapidara, particularmente en el bajo San Juan y algunos otros puntos como el bajo Saija.
El mosaico conformado por negros e indígenas, lo completan los grupos blancos. En algunas poblaciones de la costa de Nariño, como Mosquera, se reconoce que las familias fundadoras fueron en buena medida blancas. Sin embargo, representan un porcentaje pequeño de la población, lo que no sucede con el singular caso de quienes en la región son llamados peyorativamente culimochos. En las poblaciones de San Juan, Mulatos, La Vigía y Amarales, en el mismo departamento, unas pocas familias, al parecer provenientes de la zona minera de Iscuandé, formaron desde principios del siglo XIX una sociedad muy cerrada, y se dedicaron a la pesca, la navegación y la construcción de barcos.
LA VIDA MOVIDA EN LOS MANGLARES
Los pueblos que esta variada gama de habitantes han establecido están a merced del constante movimiento del mar; su ataque continuo va ganándole terreno a los poblados y éstos a su vez le roban espacio al manglar. Además de esa transformación cotidiana, las poblaciones del manglar han tenido que sufrir incontables temblores y, los más desafortunados, la pesadilla de los maremotos. En este siglo, han habido dos que golpearon con fuerza la costa nariñense: el del 31 de enero de 1906 y el del 12 de diciembre de 1979. Este último arrasó con San Juan de la Costa, dejó semidestruido a El Charco, y ocasionó un leve descenso de los terrenos que generó un aumento en las áreas inundables.
No sólo las furias repentinas y la arremetida diaria del mar contra la costa han tenido sus efectos sobre estas áreas; los cambios que se producen desde el continente, como las modificaciones de los cursos de agua, también inciden sobre la dinámica de los manglares. El cambio más notorio de este tipo ha sido la desviación de los cauces de los ríos Patía Grande y Patía Viejo hacia el Sanquianga, facilitada por la apertura del llamado canal Naranjo en 1973. Ello alteró la dinámica fisicobiótica y socioeconómica de la zona: el arrastre de sedimentos, así como el cambio del balance entre la fuerza del mar y las aguas dulces en las bocanas, son algunos de sus efectos.
Todos estos factores contribuyen a que los pueblos del manglar sean móviles o itinerantes: se fundan y desaparecen, se dividen en nuevas poblaciones o se mudan de lugar. Tal como sus pobladores: gente andariega, que generalmente ha vivido en muchos sitios a lo largo de la costa, del litoral o del país.
LA GENEROSIDAD DE LA MADRE NATURALEZA
Los suelos de las zonas de manglar no son aptos para la agricultura, actividad que de por sí tiene poco espacio para desarrollarse en el litoral. El único cultivo frecuente en estas áreas costeras es el coco, que ha sido atacado por una plaga conocida como el anillo rojo. Para suplir la falta de productos agrícolas, algunos habitantes de los manglares tienen terrenos a varios kilómetros de distancia en las terrazas de los ríos, a los que dedican sólo parte de su tiempo. Por otra parte, los firmes, donde han sido construidos los pueblos, permiten mantener unos pocos frutales. En muchos casos la estrategia utilizada consiste en abonar pequeños espacios en los suelos arenosos de las playas para garantizar que no falte el plátano y algún otro bocado para el consumo diario.
Ante la imposibilidad de dedicarse a la agricultura, y frente a la variedad y abundancia de recursos que el medio ofrece, los sistemas económicos de las comunidades del corredor costero del manglar se basan en la apropiación de los recursos naturales, bien sea para el autoconsumo, el mercado local o circuitos de mercado a nivel nacional o internacional.
El área que rodea al manglar, permite a sus habitantes utilizar una gran variedad de especies animales y vegetales para el autoconsumo. La actividad más importante en las costas ha sido la pesca, tanto en términos de seguridad alimentaria como de generación de ingresos. Pelada, picuda, raván, alguacil, pargo, burique, ojón, peladilla, cajero en bola, corvina, róbalo, bagre, sierra y cotudo, son algunos de los peces que proveen las aguas saladas del océano Pacífico.
En las playas se consiguen almejas y en los manglares pianguas, piacuiles, cangrejos y jaibas, para variar la dieta y evitar el exceso de pescado. Tanto en el manglar como en los demás bosques es posible la cacería, fuente alterna de proteínas. También se consiguen maderas para fines diversos como la construcción de viviendas, embarcaciones y utensilios, al igual que frutos silvestres, plantas medicinales y otros productos útiles para la vida diaria.
Veamos cómo, en 1824, el viajero santafereno Jose María Cordovez Moure percibió las posibilidades de uso del medio natural cuando conoció la isla del Gallo, a la que describió con un tono que recuerda al buen salvaje, como sigue:
Bellísima es la península, en la que sólo vivían dos familias de pescadores... A corta distancia del mar mantenían los negros una labranza de exuberantes plataneras, árboles frutales, caña de azúcar, que machacaban para hacer guarapo, y pita para tejer redes y atarravas; no usaban vestido porque no lo necesitaban: y cuando iban a Tumaco por alguna necesidad o antojo, llenaban de cocos la canoa para venderlos en esta isla. Aquellas gentes, sin aspiraciones ni exigencias sociales, eran verdaderamente felices e independientes; llevaban una vida animal, exenta de envidia y ambiciones, porque la pródiga, cuanto fecunda Naturaleza, todo se lo proporcionaba con sólo alargar la mano para recoger; ni aun la ley universal del trabajo parecía que se cumpliera entre ellos ni que fuera necesaria. Vimos retirar las redes repletas, como las de la pesca milagrosa, de sábalos, langostas y otros peces con tal profusión, que soltaron los que no podían consumir; dejaron que bajara la marca para presentarnos ostiones mejores que los de Ostende; si tenían pereza para pescar, recogían almejas, caracoles, cangrejos y otros mariscos, que quedaban varados en la playa al bajar la marea; y si les aburría la despensa marina, les era fácil recoger caza entre la gran variedad de aves acuáticas que acuden por millares en busca del diario e inagotable sustento que encuentran en aquellas abandonadas regiones.11
LOS MERCADOS LOCALES
La existencia de zonas contiguas con características productivas muy diferentes favoreció el desarrollo de mercados locales en los ríos que bañan la costa del Pacífico. Al alejarse unos pocos kilómetros de las costas, las posibilidades productivas cambian, pues la estrecha franja de terrazas aluviales permite el cultivo de diferentes productos como el plátano, la caña, el arroz, el chontaduro y la papachina, para citar algunos de los más comunes. Subiendo aún más se encuentran las zonas mineras cuyos moradores añoran los sabrosos encocados que confrecuencia se comen en las bocanas. El intercambio surgió entonces para que en todos los puntos de la cuenca se pudiera gozar de los variados productos. Hasta hace pocas décadas esta red de comercio local fue muy importante, tal como lo cuentan en San Juan de la Costa:
La gente se dedicaba a la pesca, al cultivo del coco y un poco a la agricultura. Se pescaba a canalete y a vela, con anzuelo, afuera o adentro de la misma costa, se arponiaba y atarrayaba, de todo pescaba uno. Se pescaba pa’ escalarlo, pa’ ir a venderlo a los ríos, pa’ Patía ,‘ pa’ Satinga, arriba a Patía El Viejo... por cambio de plátano, arrocito y panela. Se subía a canalete, se vendía de casa en casa. Se gastaban cuatro días, seis días; cuando estaba la venta mala uno se gastaba quince días pa’ poder llegar a su Casa.
Eso se fue perdiendo. En épocas del 60 todo el mundo ya se fue movilizando con motor. Para la pesca se utilizaba muy poco, se seguía pescando a canalete y a vela; era para viajar a traer su plátano a Chagüí, para el comercio. Entonces ya venían los del Patía a traer el plátano, la panela y el arroz, y acá se les guardaba el coco y el pescado. La gente ya fue pensando que ir a vender a Tumaco y a Salahonda daba mejor resultado. Ahí ya era en plata. Antes la plata muy poco se veía. A veces uno tenía sus animalitos, entonces los vendía. Venía gente de Guapi y de El Charco a comprarlos. Venían en canoas a canalete o con vela. Pero de resto no se veía nada de plata, todo era cambio. Usted venía con su comercio de allá, su arroz, su panela, su miel, venían los barbacoanos que siempre bajaban por el río, con el queso, la papa, y acá dejaban fiando pa’ quince días o para un mes, recorrían hasta El Charco y Guapi, de allá venían recogiendo y subían otra vez.12Ese intercambio se ha ido perdiendo con el fortalecimiento del comercio concentrado en pequeñas tiendas en las zonas rurales y en los mercados y almacenes de poblados mayores. Ahora, en los mercados de Tumaco, Guapi, Satinga o El Charco, se intercambian los productos de las diferentes partes de los ríos y de las costas. Las canoas llegan con pescado, mariscos, frutas, maíz o plátano, para con su venta obtener el dinero necesario para hacer otras compras. Los almacenes, en muchos casos de dueños ‘paisas’ -mestizos del interior-, ofrecen aquellos productos que no son de la zona como el jabón, la sal, el aceite y otros comestibles, y también la ropa y el calzado. Buenaventura, opera en la mayoría de los casos como el centro abastecedor y de compra de aquellos productos importantes para las redes de mercado más extensas.
LA ECONOMÍA EXTRACTIVA EN EL PACÍFICO COLOMBIANO
Los productos tomados del medio no han sido destinados únicamente al autoconsumo y al intercambio local. Algunos han hecho parte de circuitos de comercio mayores, que han tenido y tienen como centros a Tumaco y Buenaventura, e incluso a Guayaquil, y cuyo destino ha sido el mercado nacional o internacional. Esta característica no ha sido exclusiva del sistema económico de las gentes del manglar, sino que es compartida por muchos de los habitantes del litoral.
La larga franja de manglar hace parte de una región mayor que como unidad de análisis o de planificación es una invención reciente. Desde el norte del Ecuador hasta Panamá y desde la divisoria de aguas de la cordillera occidental hasta el mar, incluyendo al golfo de Urabá, se extiende la que ha dado en llamarse región biogeográfica del Pacífico. Pero su identidad es esquiva. Se habla de elementos comunes, como los bosques, los ríos y las constantes lluvias, la gente negra y los indígenas. Pero hay bosques de muchos tipos: además de los manglares hay guandales, cativales, bosques heterogéneos en el litoral y en la alta montaña; entre tanta humedad también hay zonas secas como el cañón del Dagua; los indígenas son de diferentes etnias; los habitantes de los mayores centros urbanos difieren notablemente de los pobladores rurales... Por donde se le mire, el Pacífico es difícil de definir.
Algunos de los elementos comunes a las diferentes áreas que conforman esta región pueden recogerse en la noción de economía extractiva. Dos características definen este sistema económico: primero, que la producción depende de la naturaleza y en esa medida el proceso que sigue consiste en cómo hacerse a esos recursos, y segundo, que el excedente sale de la región que lo produce13. La noción de extracción tiene entonces dos referentes distintos: de una parte el hecho de tomar algo de la tierra, los bosques o las aguas, algo que existe al margen de la voluntad o el esfuerzo humano, y de otra, el hecho de que los beneficios económicos derivados de tal actividad no se quedan en la región, sino fuera de ella.
Este modelo, si bien ha mediado la relación de la región con el resto del mundo y por eso mismo ha contribuido a moldear sus sistemas económicos, no da completa cuenta de ellos. Los sistemas productivos desarrollados por las distintas comunidades, aunque están relacionados con la economía extractiva, no pueden ser explicados exclusivamente a partir de esta idea.
El papel de la economía extractiva en la historia del Pacífico es evidente, y se repite, aunque generalmente de manera tangencial, en la literatura especializada. La vinculación de esta región a la economía colonial se hizo a través de la apertura de la frontera minera, tanto en el sur (Barbacoas) como en el norte (Nóvita y Citará). El Pacífico sostuvo lo que Germán Colmenares14 llama el segundo ciclo del oro (1680-1800), permitiendo el desarrollo de las ciudades andinas que controlaban esta explotación, principalmente Cali y Popayán. La minería del oro ha sido, desde entonces, una constante en el Pacífico, aunque su importancia ha variado de un período a otro de acuerdo, entre otros factores, a cambios tecnológicos.
Ha sido entonces el mercado nacional e internacional, a través de la demanda, el que ha señalado qué es riqueza y que se debe explotar. En la Colonia, el oro era prácticamente el único producto valioso que podía obtenerse de esas selvas, aunque hubo, por ejemplo, exportación hacia Lima de maderas finas para la construcción. Desde finales del siglo pasado, los productos considerados valiosos se han diversificado y los auges extractivos se han multiplicado por toda la región. Algunos autores que han trabajado sobre el Pacífico dan cuenta de este fenómeno y de su importancia dentro del sistema económico, aunque de manera tangencial dentro de sus trabajos.15
Desde los años cincuenta de este siglo, la explotación maderera se ha convertido en la actividad extractiva por excelencia: Satinga y Sanquianga, el Bajo Calima, el Bajo Atrato y Juradó son el vivo testimonio de ello. La cáscara del mangle también fue durante varias décadas un importante producto para la economía regional. Han habido otros auges extractivos, de duración variada, relacionados con productos como el caucho negro, la tagua y la raicilla de ipecacuana, la pita y el arracacho, las conchas y el cogollo de palma de naidí.
Las actividades extractivas han sido de diferente envergadura. Algunas han operado como enclaves, como grandes polos económicos que arrasan con los recursos y después desaparecen. Los casos más notorios han sido los centros mineros de la Colonia, las compañías mineras extranjeras en el siglo XX y las empresas madereras, en particular en el Bajo Atrato. En otras ocasiones las actividades extractivas se han acomodado dentro de los sistemas de producción locales por períodos de tiempo variables. Así, por ejemplo, los pobladores de los bosques de guandal del norte de Nariño se han especializado en sacar madera en trozas durante los últimos cuarenta años, por lo que reciben el nombre de tuqueros16, o los habitantes de San Juan de la Costa se dedicaron parcialmente por cerca de cuatro años a pescar tortugas para despojarlas de las piel de las patas y venderla en el Ecuador. El modelo extractivo ha formado parte de los sistemas de producción de las poblaciones locales de formas que varían según el caso y que dependen de aspectos tales como las redes sociales de producción que se establecen, la duración del auge y la abundancia del recurso en cuestión.
Las actividades extractivas no sólo han sido motor del sistema económico; también han incidido en el proceso de poblamiento del Pacífico. Durante la Colonia, la minería fue trabajada por mano de obra esclava de origen africano. Los descendientes de esos esclavos llevados a trabajar en los reales de minas hoy constituyen más del 90 por ciento de la población del litoral. Desde el siglo XVIII, la población negra, concentrada en los centros mineros, comenzó un proceso de ocupación del territorio siguiendo el curso de los ríos, la costa y los caminos indígenas. Las migraciones estuvieron en muchos casos ligadas a auges extractivos. Así, tanto la llegada de los antepasados de los actuales pobladores como ciertos movimientos poblacionales que han ayudado a configurar la región, están relacionados con el extractivismo.
Para el caso del Chocó, Valencia y Villa explican: En el transcurso del siglo XIX, la población afrochocoana tendió a ocupar la zona donde es factible desarrollar una economía de minería y agricultura como actividades complementarias, lo cual significó que la primera ola expansiva de los esclavos liberados se realizara a lo largo de la vertiente occidental de la cordillera occidental; se advirtió como tendencia la formación de asentamientos de negros en la región media y baja de los distintos afluentes, mientras la población indígena ocupó la zona alta. Es sólo en la parte final del siglo cuando surgen nuevas alternativas económicas, que determinaron la movilidad de la población y la colonización de nuevos territorios. El auge del caucho, la raicilla y la tagua, generaron nuevas alternativas económicas y propiciaron el hecho de que los afrochocoanos asumieran prácticas productivas diferentes a la tradicional minería. 17
Así pues, la economía extractiva que ha moldeado la historia de las zonas de manglar, especialmente en el presente siglo, no constituye una distinción con respecto al resto de la región. Sin embargo, este ecosistema tiene condiciones particularmente favorables para el desarrollo de este modelo económico, como son las dificultades para practicar la agricultura, la abundancia de recursos y la facilidad para el transporte que representa el mar.La demanda de ciertos productos, que ha dado origen a los auges extractivos, ha influenciado la manera como las comunidades que habitan el manglar se relacionan con los diferentes espacios de uso a los que tienen acceso. Así, del mar se obtuvieron tortugas caguama para la venta de su piel y aún se pescan tiburones para comerciar sus aletas y su carne. En el manglar se tumbaron y pelaron los árboles para la industria de tanino y hoy se recogen conchas para la venta. En los montes cercanos, los moradores del manglar han recolectado tagua, extraído caucho, vendido cogollos de palma de naidí, comerciado con pieles y cortado madera. Veamos algunos ejemplos.
El caucho y la tagua
Desde la segunda mitad del siglo pasado y durante buena parte del actual se conocieron dos auges que estuvieron relacionados: la extracción de caucho negro y la recolección de semillas de tagua. Explica Del Valle que el caucho negro (castilla elástica) "fue el primer caucho conocido en Europa en 1746, de muestras obtenidas en el Pacífico ecuatoriano por La Condamine quien las llevó a Francia", y agrega que el auge del caucho en el Pacífico colombo-ecuatoriano se inició "antes de que se conociera el caucho amazónico o siringa obtenido, principalmente, de la especie endémica de esta gran cuenca (Hevea brasíliensis)18 . A la semilla de la palma de tagua, de tamaño ligeramente inferior al de un huevo, se le conoce como marfil vegetal por su dureza y color, características por las que fue muy utilizada para la fabricacion de botones.
La explotación intensiva del caucho comenzó en la década de 1850 cuando se perfeccionó el método de vulcanización Goodyear. Hacia finales del siglo la producción decayó debido al agotamiento de las existencias cercanas a los ríos, a pesar que en años anteriores se habían hecho algunas plantaciones. En 1878 se plantó un cultivo en el río Mira, así como también en el Baudó, el Patía y algunos tributarios del Atrato, pero estos fueron abandonados debido a la caída que tuvo este comercio a partir de 1913. La recolección de caucho revivió durante unos pocos años durante la Segunda Guerra Mundial19.
La extracción de caucho, así como también de tagua, fue motor de migraciones hacia algunas zonas costeras, como lo explica este aparte del trabajo ya citado de Valencia y Villa:
Este ciclo extractivo de recursos del bosque [se refiere al caucho]... llevó a que la población negra viniera desde el alto Chocó hasta las costas, se dispersara a lo largo del río Atrato y sus afluentes, controlara la región adyacente al golfo de Urabá, penetrara las tierras de la serranía del Baudó y fundara los primeros asentamientos a lo largo de la costa Pacífica e igualmente, a lo largo del San Juan, llegó hasta el delta y compartió el territorio de los Waunanas".20
Algunos viejos recuerdan aquellos lejanos días en que se picaba caucho. Con sus sesenta años a cuestas, Angel María Hurtado, habitante de Sala-honda, es uno de ellos. Cuando era niño los adultos, entre quienes estaba su padre...
...iban a picar a un estero que le dicen Tablones. Eso queda a más de cuatro horas a canalete. Se iban el día domingo, pasaban la semana y bajaban al otro domingo. Se iban sólo los hombres, los que sabían, porque todos no sabían. Cogían un cabo, o sea una escalera de guauda y la paraban y ahí iban con machetico rayando el árbol. El árbol botaba la leche hasta el fogón. Lo dejaban picado y se bajaban, a los tres o cuatro días esa leche que salía iba regando, entonces había que otra vez subir e irla sacando y echándola al canasto. Ese caucho se vendía en Tumaco. Los contratistas le traían a los picadores unas escopeticas llamadas caucheras. Con esas ellos se cuidaban de la culebra, del tigre, que en ese entonces había mucho tigre, y mataban el saíno, mataban el venado para el sustento diario.21
Sobre la tagua cuenta el mismo Angel María:
La tagua fue en la misma época que el caucho. En Tumaco había una botonera, una fábrica de tagua, tanto así que hay un barrio que se le llama La Taguera, porque todas las canoas que recopilaban tagua ahí era donde la amontonaban y allí las limpiaban, las pelaban, les quitaban el ripio, o sea la cascarita, y dejaban la pepa. Luego las llevaban a la fábrica y ahí si empezaban a hacer el botón.
Las muestras de tagua fueron enviadas a Europa hacia 1850, un siglo después que las del caucho, en un intento exitoso por fomentar su comercio, que empezó más tardíamente que el del caucho. La industria derivada de la tagua sufrió una decaída en la década de 1930 debido a la producción de sustitutos sintéticos como el plástico.22Whitten anota que "la tagua estaba en un período de auge antes de la Segunda Guerra Mundial" y que con ella se fabricaban botones, mientras "hoy [léase finales de los años 60] se utiliza para la elaboración de piezas de ajedrez, trompos y otros juguetes".23
Tanto la extracción de látex, como la de tagua, fueron actividades que no sólo florecieron en la costa, sino también en otras zonas de la región biogeográfica del Pacífico como el bajo Atrato y el Urabá.24 Sin embargo, el caso de Tumaco resulta muy útil para ilustrar la importancia que alcanzó el comercio de estos productos y lo efímero de la prosperidad que el Puerto proyectaba.
Durante la Colonia y hasta las primeras décadas del siglo veinte, gracias a la minería del oro, el pueblo más importante del litoral nariñense fue Barbacoas, mientras Tumaco era un caserío insignificante. Hasta bien entrado el siglo XX, la comunicación de Tumaco con el interior era penosa, pues había que remontar el Patía y luego el Telembí hasta Barbacoas, para seguir a pie o en bestia hasta Túquerres y finalmente llegar a Pasto. Por ello esta población estaba volcada hacia el mar. Fue el comercio del caucho y de la tagua el que le dio vida a Tumaco a principios de siglo.
La apertura del canal de Panamá en 1914 facilitó la expansión de este comercio y la afluencia de extranjeros de distintos orígenes, en su mayoría alemanes, ingleses y españoles, que llegaron atraídos por las posibilidades que brindaban los dos productos en cuestión. Los extranjeros lograron formas de vida poco usuales en la zona, como la educación de sus hijos en Europa, Estados Unidos y Lima, muy al estilo de la sociedad barbacoana de herencia colonial, con la que también compartían el hecho de evitar mezclarse con la población negra.
Los extranjeros compraban el caucho y la tagua para exportarlos a Estados Unidos y a Europa, y completaban su negocio vendiendo mercancías a los recolectores. Cuando los campesinos llevaban a vender las semlllas o los bloques de látex, podían comprarle al mismo que les pagaba los artículos que necesitaban, en una especie de trueque entre productos del bosque y productos elaborados. Entre los prósperos establecimientos comerciales que funcionaron en aquellos días se destaca la casa Márquez, que tuvo su propia moneda, como al parecer también fue el caso de los Benítez y los Escruceria.
El marfil vegetal, como también el caucho, se compraba por peso. Las semillas se cocinaban en un horno para que luego las peladoras las descascararan y quedara sólo la parte blanca para exportar. También hubo procesamiento local; una fábrica de botones, en Tumaco, y dos en la vecina Esmeraldas que operaron hasta la Segunda Guerra25. El comercio de la tagua desapareció en Tumaco a principios de la década del cincuenta. De esas familias de comerciantes extranjeros quedan muy pocos descendientes en Tumaco. Muchos se fueron tras el estudio y no regresaron. El incendio de 1947, que dejó hechas cenizas las principales calles de Tumaco, alentó a muchos otros a partir. Pasado el auge y con mejores perspectivas económicas en otras partes del país, se produjo un éxodo no sólo de las personas, sino también de sus conocimientos y ahorros. Algunos capitales se vincularon a otros auges, en particular a la extracción de madera. Y del apogeo de la tagua y el caucho sólo quedó el recuerdo.
La corteza o concha del mangle
Los poderosos mangles rojos, que dominan más de media costa, fueron tumbados y descascarados para obtener de su corteza el tanino que se utiliza en las curtiembres. Este comercio, que duró más de treinta años, estuvo controlado desde Buenaventura, aunque Tumaco también tuvo su manglera.
Las dos principales empresas que explotaron la corteza del mangle fueron Industria de Mangle S.A., de Bogotá, y Liscano Hermanos e Hijos Ltda., de Cali 26La Industria comenzó a comprar concha de mangle desde 1948, casi diez años antes que Liscano, y ambas dejaron de hacerlo en los inicios de la década de los años 80. La Industria fue la más grande de las dos, y la empresa más importante de Buenaventura durante algunos años, pues aunque la gerencia estaba en Bogotá, la planta estaba ubicada en el puerto más importante del Pacífico colombiano. Esta empresa producía tanino en polvo que vendía en el mercado nacional con una etiqueta que decía Petrotam. La empresa tenía servicio de salud y comisariato27, además de siete barcos, con capacidad entre 55 y 150 toneladas, evidencia de su pujanza.
Liscano Hermanos, en cambio, tuvo sólo tres barcos, con capacidades menores. Esta empresa fue creada en diciembre de 1957 con el fin de promover de corteza de mangle a tenería de propiedad de la familia ubicada en Cali, que operaba desde 1927. El tanino de la corteza se utilizaba para procesar el cuero y convertirlo en suelas de zapatos o para elaborar artículos de marroquinería. La empresa también producía, aunque en cantidades mucho menores, cuero blando, llamado canguro o capellada, que sirve para hacer zapatos, carteras y ropa; pero para su procesamiento no se utilizaba la cáscara del mangle.
Los permisos para explotar el mangle se obtenían en el Ministerio de Agricultura en Bogotá. Hasta 1968, cuando se creó el Inderena28, se otorgaban concesiones; a partir de ese año se comenzó a hablar de permisos persistentes clase A. La Industria tuvo grandes áreas adjudicadas en Nariño y Chocó, y Liscano en Chocó y Cauca29. Aunque las empresas centraron sus trabaios en las áreas adjudicadas, la explotación también se realizó a lo largo de toda la costa, fuera de las zonas demarcadas, incluyendo al lejano Juradó.
Para obtener la corteza era necesario tumbar el árbol. En los inicios de la explotación se contaron los de mayor tamaño entre aquellos que estaban más cerca de las orillas. Luego fue necesario hacer picas para que entrara la canoa a recoger la concha de los mangles tumbados dentro del bosque. Antes de proceder a la tumba, había que mirar si el árbol era pelador, es decir, si su corteza era suelta y era posible removerla. Dicen quienes cortaron mangle que había cortezas hasta de 2.5 pulgadas de ancho y que un sólo árbol daba hasta una tonelada y media de concha.
Calcular la producción de estas empresas para de allí tener una idea de cuántos árboles se talaron es tarea casi imposible. Puede conseguirse alguna información, como que hacia finales de la década del sesenta la producción de la Industria se estabilizó en cerca de tres mil toneladas mensuales30. Esta producción la lograron mediante la contratación de mangleros especializados en los ríos del Valle y norte del Cauca, a quienes llevaban a trabajar a los hermosos manglares de Nariño. Esto lo hacían debido a que buena parte de la población de este departamento se dedicaba al corte de madera. La movilización de personal se realizaba tres veces al año; regresaba a sus casas para la celebración de las fiestas: semana santa y la pascuita, Las Mercedes y Navidad. Las fiestas marcaban el calendario de trabajo y la disponibilidad de corteza, que disminuía tres veces al año. Liscano también llevó gente del Valle a trabajar en el Cauca, pero en menor medida que la Industria.
Las empresas operaron a través de contratistas que no tenían ninguna atadura laboral. Se les ayudaba a montar uno o varios puestos de compra de corteza, se les facilitaban canoas para que se las prestaran a los corteceros que suministraban la concha, se les llevaba en los barcos la mercancía que vendían en los comisariatos y les adelantaban dinero para que pagaran la corteza que recibian, pesaban, secaban y despachaban a Buenaventura. Los contratistas ganaban un porcentaje del valor de la corteza que lograran recolectar, más lo que dejara el negocio del comisariato.
En San Juan cuentan así la historia de la extracción:
Cuando lo de la corteza de mangle, con su hachita cualquiera se hacía su tonelada, sus dos toneladas. Es que había árboles que de corteza daban dos toneladas. Eso tenía un espesor de dos pulgadas y media, un muchacho no podía con una tapa; si mi papá, un hombre grande, no podía con más: una o dos tapas... Las mujeres a veces ayudaban: mientras el marido estaba pelando ellas estaban recogiendo, amontonando. El mangle se cortaba por aquí cerca. Cuando un árbol estaba lejos, por decir algo, a 50 metros, nadie lo cargaba; se hacía trocha: tun, tun, se cortaban sus raíces, y la canoa entraba hasta ahí. Todo el mundo siempre ha sido egoísta, entonces preferían los grandes, en vez de cortar tres pequeños cortaban uno grande, pero siempre por las trochas. Los gruesos, de 20 ó 30 metros, están siempre al centro. Se catiaba, si chillaba, ese estaba bueno y en un árbol grande se gastaba uno o dos días. Y si estaba de malas el árbol resultaba mudado, o sea pegado), que la corteza no despega... y la corteza ripiaa siempre perdía mérito.
Ahí sí la platica se veía. Empezamos vendiendo en Guachal y después pusieron más de una base: en la bocana, aquí en el hondo, mejor dicho, donde entraba el buque... Porque los primeros que entraban acá fueron los remolques, unas chatas que entraban a remolque, pero ya después cambió a barco: el Tapaje, el Pacífico, el Porteñito, que eran de la empresa de mangle. La manglera era el puesto donde compraban el mangle, la compraban los contratistas de la compañía. La mayoría eran nativos. En la bocana había dos, aquí arriba había otra, en la bocana más abajo otra, en playita otra... Lo bueno era que el mangle tenía enfermeros. Si había algún herido la compañía respondía, respondía más bien que ahora los dueños de las empresas de madera. Si algo era muy grave: a Buenaventura. Y prestaba su platica.Yo no sé qué problema tuvo la compañía o el gobierno que suspendió eso. Mandaron a recoger, pero nunca dejaron al nativo con mangle cortado sin recoger, fueron recogiendo todo hasta que desapareció.
Industrial Palmífera Ltda. fue la empresa que procesó y vendió corteza de mangle en Tumaco. Sus dueños, de apellido Martínez, fueron unos españoles radicados en este puerto al sur. Iniciaron con un negocio de aceite de coco que no les dio resultado, por ello, hacia finales de la década de los años 40, se dedicaron al comercio de concha de mangle. Fueron también compradores de caucho y tagua, en los últimos días del apogeo de estos productos. La empresa tenía puestos de compra en algunas poblaciones hacia el sur de Tumaco y también recibía corteza en el muelle de su propiedad en Tumaco. La cáscara se secaba sobre estibas y se exportaba en sacos a Estados Unidos, a través de Buenaventura. En 1957, con la compra de un horno de secado y un molino, la empresa comenzó a producir el tanino en polvo, que vendía en el mercado nacional, pero sin abandonar la exportación de la cáscara. En 1959 la empresa se disolvió. La familia Martínez continuó con el negocio del mangle que pronto abandonaría definitivamente por uno más lucrativo con el que comenzó desde ese mismo año: la madera31.
Las conchas
Las pianguas son dos especies de moluscos bivalvos conocidas también como conchas, se le dice hembra a la de mayor tamaño (Andara tuberculosa) y macho a la más pequeña (Andara similis). Viven entre el barro, hasta a 25 centímetros de profundidad, adheridas a las raíces del mangle, donde se alimentan filtrando agua. Sus gruesas conchas les permiten soportar la acidez del sustrato. Preparadas con coco o en seviche, las pianguas han sido bocado de las comunidades que habitan los manglares desde tiempos remotos. Sin embargo, su comercio es relativamente reciente. La industria de producción de enlatados del Ecuador ha generado una demanda por este marisco que ha determinado que desde hace poco más de veinte años muchas mujeres se hayan especializado enconchar.
El comercio de este producto se inició en el Ecuador. Refiriéndose a ese país, Whitten decía hacia finales de los años sesenta: "Las conchas se compran por saco en los centros de distribución y son enviadas al altiplano por vía férrea, o a los pueblos costeños por barco. Los compradores son ecuatorianos, generalmente procedentes del altiplano o de la costa sureña"32.La creciente demanda generada por el desarrollo de la industria de alimentos pronto toca nuestro país; así lo cuenta Abilio Solano, de Salahonda:
La concha ha tenido explotación toda la vida, pero era únicamente para consumirlo aquí en el pueblo. Se vendía por mates (medio calabazo). Sólo iban mujeres, y muchachos a acompañar a la mamá. La comercialización entró del 70 para acá, porque venían los ecuatorianos y empezaron a comprar por docenas y luego por cientos. Antes, en nuestro medio se le decía piangua, los ecuatorianos ya trajeron ese nombre de concha. Hay de dos clases, la pequeñita, que es el macho, que no la compraban los ecuatorianos; sólo compraban la hembra, que es la grande, que tiene mejor aguante porque la concha es más doble. Nosotros aquí nos aprovechamos del residuo, que es el macho. Ahora ya no, ahora nos están dejando sin nada porque hasta el macho lo compran. Inicialmente fueron ecuatorianos que empezaron a venir a llevarla, ahora son los mismos nativos que la compran y la van a revender al Ecuador ahora les favorece que el barcos ecuatoriano llega hasta Tumaco.
Para 1974, Artunduaga y Mora calculaban que en el Pacífico Colombiano se capturaban 100 toneladas de piangua anuales33. Von Prahl et al. mencionan en su publicación de 1990 que Pladeicop-CVC34reportó una venta de conchas provenientes de Nariño al Ecuador que alcanza las 700 toneladas anuales35.
La recolección de las conchas es un trabajo fundamentalmente femenino. Aprovechando la marea baja, las concheras salen en grupos hasta la zona escogida para el trabajo del día. El desplazamiento lo hacen en canoa a canalete, o con motor cuando el intermediario que les compra la producción les facilita este medio de transporte. Con las piernas hundidas entre el lodo, el cuerpo doblado y un mechón de chomba de coco prendido para ahuyentar las nubes de Jejenes, las concheras palpan las raíces arrancando las pianguas que terminara llevando el barco ecuatoriano. Cada una vende su producto a alguno de los intermediarios del pueblo, o a aquel que les ha facilitado el transporte y les cobra el servicio disminuyendo el precio de compra. Por ese duro trabajo una conchera ganaban a finales de 1995 un promedio de $90.000 al mes36, equivalentes al 75% del salario mínimo en ese momento.
El agotamiento del recurso ha hecho que las concheras se desplacen hasta lugares cada vez más lejanos, lo que significa un mayor esfuerzo físico, por el uso del canalete, y menos tiempo para conchar, o mayores costos si se tiene acceso a un motor. Ultimamente el decaimiento de la pesca y la necesidad de mantener un ingreso monetario han determinado que contrariando códigos de división del trabajo, algunos hombres también se internen en el manglar a palpar sus raíces para encontrar las conchas.
Pieles y aletas
La venta de pieles constituyó un ingreso adicional para quienes al toparse con una nutría o un tigrillo lo mataban y arreglaban su piel para luego ofrecerla. Cazar para vender las pieles, sin embargo, no se constituyó en un oficio. Cuenta Abilio, de Salahonda:
Aquí vinieron a comprar pieles: piel de nutría, piel de lagarto, piel de tortuga caguama... Todas las pieles tenían comercio en Tumaco, pero esa compra la prohibió Inderena en 1975 más o menos. Ahora si ven la nutría no le disparan, porque la piel no se vende y la carne tampoco se come. Lo de los lagartos fue un señor de nombre Agudelo que llegó con lámpara de carburo y con harpones, harponiando sólo para utilizar la piel. Era del Ecuador. Todos esos productos de pieles lo más que lo compran es en Ecuador. Como allá ya no hay más, entonces los vienen a buscar acá. Así que ese señor fue el que acabó prácticamente con la cría. Salía por la noche con su compañero que le piloteaba, con su arpón y su foco, porque a esos los capturaban de noche.
La venta de la piel de la tortuga caguama, cuyos huevos se recolectan en los períodos de desove, sí llegó a movilizar a algunos pescadores como los de San Juan. Poco después se dedicaron a pescar tiburones por el buen precio de sus aletas. Pero ninguna de estas actividades duró mucho:
En 1977 vinieron unos señores de Guayaquil, en el Ecuador, a negociar la piel de tortuga caguama. Entonces se comercializó eso a nivel de la costa nariñese, empezamos a pescarla y a laborarla y a llevársela a vender a ellos por el tiempo de dos años más o menos. Y de ahí se cortó ese comercio porque lo prohibió el Inderena. La pesca la hacíamos en las lanchas y las cogíamos con garabato, vivas, las traíamnos aquí a la costa, las pelábamos y les sacábamos la piel, les echábamos sal y las llevábamos para Guayaquil. La carne que se podía utilizar la utilizábamos y el resto se botaba porque era cantidad bastante y no tenía comercio. Cogeríamos el promedio de unas cien tortugas diarias entre todos los de San Juan. Yo hacía viajes, la que yo pescaba la llevaba. Y también venían unos señores de allá mismo que la compraban y la llevaban. Había muchos compradores en Guayaquil.
Despuesito, diga usted en el 80, después del terremoto, empezamos la pesca de tiburón porque se abrió el comercio de la aleta que era un comercio muy caro. Aunque eso se pescaba desde antes en tiempo de cuaresma, pero no lo pescábamos nosotros, lo pescaban las otras playas para venderlo como cecina en el comercio nacional, para Tumaco, para Cali. Se sacaba en la semana santa y de ahí ya se paraba porque no había comercio. Del 80 para acá ya se comenzó a comercializar fresco: se vendía a los cuartos fríos, lo congelaban y ahí si lo sacaban para el comercio nacional. Entonces se dañó ese comercio de cecina. En la semana santa compran, pero poco, no como tiempo atrás.
El Ecuador también fue el que empezó a comprar aletas y era tipo exportación. Entonces nosotros lo llevábamos al Ecuador. Después ya se comercializó por el lado de Buenaventura y la exportaban por ahí. Se vendía por kilos. Los tiburones los cazamos nosotros con anzuelo o con malla. Tenían un tamaño pesando de dos kilos hasta cien kilos. Entonces se le sacaban las aletas y la carne también se utilizaba. Un tiburón tiene cuatro aletas: las dos de las esquinas, la de arriba y la de la cola. Se le sacaba bien la carne y quedaba sólo la fibra y se ponía a secar y quedaba sequita, ya ella no tenía mal olor, nada, quedaba lista.
Esas aletas las exportaban para la Europa y para el Japón. Hasta ahorita está el comercio, pero hasta el 90 pescamos tiburón aquí, de ahí ya se nos alejó. Había uno que le decíamos aquí el aletinegro, el titibro, la tintorera, muchas especies de tiburón, que había unos que la aleta servía y otros no.
Hace seis años se montó el primero de los seis negocios de compra de aletas de tiburón y buches de corvina y merluza que hay en Buenaventura. Estos extraños productos se exportan a Japón y Corea y en menor medida a Estados Unidos y Canadá, donde se utilizan en la preparación de platos orientales. Se dice que tienen poderes afrodisiacos. En Tumaco y Guapi también hay lugares donde se compran estos productos, para luego enviarlos a Buenaventura. Actualmente, la mayoría de las aletas las proveen los barcos pesqueros, mientras que los buches son comprados en parte a los pequeños pescadores.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
La franja de manglar se ha incorporado a la nación colombiana y a las redes de mercado internacionales a través de un modelo económico extractivo, que también ha mediado la relación del conjunto de la región del Pacífico colombiano con el resto del mundo. Las actividades extractivas, por lo tanto, han formado parte de los sistemas de producción de las comunidades que habitan el corredor costero de manglar. Así, la lógica de la acumulación que da vida a la particular forma de relación entre esta región selvática periférica y centros económicos dentro y fuera del país, entra en juego con una racionalidad diferente, que es la que ha permitido el desarrollo de los sistemas productivos locales.
La estrategia de uso múltiple del entorno, utilizada por las comunidades, ha permitido la dedicación por períodos de tiempo variables a la extracción de recursos específico para la venta. Por otra parte, la economía extractiva ha servido a las comunidades para obtener dinero o tener acceso a los bienes que no se producen localmente. De esta manera, se ha creado y fortalecido una economía de mercado, que a su vez reclama la generalización de la extracción de recursos, por ser ésta la principal forma de obtener dinero de los pobladores locales. La monetización de este tipo de actividades es precisamente la que ha facilitado que la mayoría de las ganancias generadas salgan de la región, alimentando la acumulación.
Estas actividades han implicado el desarrollo de formas de extracción, de relaciones de producción y de relaciones sociales asociadas al comercio, que han permitido a esa otra lógica de acumulación relacionarse con los sistemas productivos locales, a alterándolos sin destruirlos. Las figuras de los contratistas y de los intermediarios, por ejemplo, han facilitado que se supla la demanda de ciertos productos con la flexibilidad necesaria para que los pobladores rurales mantengan diversificadas sus actividades.
La marginalidad de esta región, que ha dado pie para la formación de este modelo, está también asociada a una débil presencia del Estado. Por eso el aparato que generalmente acompaña al extractivismo aparece como poderoso y suplanta al Estado en muchas de sus funciones. El hecho de que algunas casas comerciales y empresas hayan tenido moneda propia o de que los medios de comunicación y abastecimiento principales los hayan proveído las empresas, sirven de ejemplos. Otro aspecto relevante relacionado con la ausencia del Estado, es la falta de planificación y control de las actividades extractivas, que ha permitido que se realicen sin considerar las consecuencias sobre las existencias futuras de los recursos naturales. La intensidad de su uso ha dependido de factores como la duración de los auges y la tecnología empleada, y no del diseño de ningún tipo de plan.
La incertidumbre con relación a la duración de la demanda y la noción de infinitud que las comunidades manejan con respecto a los bienes que ofrece la naturaleza, también inciden en que la extracción no tenga límites. La actual densidad poblacional, las facilidades tecnológicas para la extracción y el transporte, y la creciente dependencia de la economía de mercado generada por este modelo, hacen necesario un manejo del medio para evitar una crisis por agotamiento de los recursos que ponga en jaque la capacidad de las poblaciones locales de subsistir con los recursos que el medio ofrece
BIBLIOGRAFÍA
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WHITTEN, NORMAN, Pioneros negros. Quito, Centro Cultural Afroecuatoriano, 1992.
ENTREVISTAS
Abilio Solano y Angel María Hurtado, Salahondo, 29 de septiembre de 1995. Pescador, Villa San Juan, 30 de septiembre de 1995.
Washington Ramos, Marcelino Angulo Eurípides Escallón, San Juan de la Costa, 30 de septiembre de 1995.
Telmo Leusson, Tumaco, julio de 1996.
Ernesto Kaiser, Tumaco, julio de 1996. Teófilo Sinisterra, Tumaco, 19 de julio de 1996.
Onaldo Guerrero, Buenaventura, 28 de junio de 1996.
Manuel Rentería, Buenaventura, 4 de agosto de 1996.
Víctor Vásquez, Buenaventura, 6 de agosto de 1996.
De Claudia Leal.!
Bibleoteca Virtual Luis Angel Arangom Blog.
SOBRE CÓMO ALGUNOS DE LOS RECURSOS QUE UTILIZAN LOS HABITANTES DEL MANGLAR EN EL PACÍFICO COLOMBIANO SE CONVIERTEN EN DINERO Y CÓMO ÉSTE SE ALEJA
Claudia Leal1
Curiosa ubicación la de las gentes que habitan la franja de manglar del Pacífico colombiano: cerca del mar o en sus orillas, sobre islas que flotan en aguas injertas2, cubiertas por bosques en los que dominan árboles con inmensas raíces zancudas, que se inundan a diario por la acción de la marea. Curiosa ubicación, pero estratégica: pues el variado entorno les permite utilizar los recursos que ofrece el mar y las innumerables riquezas del manglar, así como también los bosques que se desarrollan en los respaldos de los manglares. Los habitantes de estas áreas han usado este medio generoso para satisfacer sus necesidades de consumo y para comerciar con quienes río arriba no tienen la dicha de gozar del pescado fresco a diario. La economía local también ha estado vinculada a redes de mercado más amplias por medio de la venta de algunos productos naturales requeridos temporalmente en los mercados nacionales e internacionales.
Esta particular forma de vincularse a la economía nacional y mundial no es exclusiva de los pobladores del manglar, sino una constante en la región del Pacífico colombiano. Condiciones particulares de esta angosta franja costera, como la variada gama de recursos que ofrece y tiene cerca, lo hacen un muy buen ejemplo del sistema de economía extractiva, caracterizado no sólo por la extracción de recursos naturales, sino también por la fuga de las ganancias que genera. Los auges de la tagua, el caucho y la corteza del mangle, y la venta de moluscos, pieles y aletas, sirven en este artículo para ilustrar este modelo económico.
LOS MANGLARES DE LA COSTA DEL PACÍFICO
Más de la mitad de la costa del Pacífico colombiano está cubierta por manglares que forman un largo corredor desde más allá de la frontera con el Ecuador hasta cabo Corrientes en el Chocó. Más hacia el norte, hay otras pocas pequeñas manchas de este ecosistema (ver mapa). En el Atlántico también hay manglares; sin embargo, los del Pacífico, además de ser más exuberantes, constituyen el 77.55% del área cubierta por este tipo de bosque en Colombia, equivalente a 283.775 hectáreas3.
Los manglares son bosques inundados que se encuentran en la confluencia de aguas dulces y salobres, y están atravesados por canales navegables, llamados esteros, que aumentan y disminuyen su caudal al ritmo de las mareas. Los mangles son árboles que en su proceso evolutivo se adaptaron a las presiones de ese medio singular: desarrollaron mecanismos para eliminar los excesos de sal, para sostenerse en suelos inestables y para sobrevivir en sustratos sin oxígeno, y lograron semillas flotantes que se desarrollan parcialmente en el mismo árbol como base de sus estrategias de reproducción4. Hay mangles de diferentes especies; en Colombia se distinguen claramente siete, de las cuarenta y tantas que hay en el mundo5. En la franja costera del Pacífico predomina el mangle rojo, así denominado por la abundante tintura de su corteza, y fácilmente reconocible gracias a sus raíces que parecen enormes arañas, lo que ha hecho que al manglar se le conozca localmente como el raicero.
Los manglares son importantes como barrera de protección de las costas frente a la embestida diaria del mar y como trampa de los sedimentos que arrastran los ríos. La abundancia de nutrientes que retienen permite el desarrollo de gran variedad de fauna asociada y los hacen uno de los ecosistemas más productivos del planeta. Son el lugar de reproducción y de desarrollo de las larvas de muchos organismos y el hábitat de moluscos, reptiles, aves y mamíferos, por no mencionar los insoportables jejenes y zancudos, entre otros insectos. Para el Pacífico colombiano se han reportado 380 especies de peces que entran a los estuarios o habitan en ellos6, lo que evidencia la importancia del manglar en el mantenimiento de la pesca costera.
En el Pacífico, la franja de manglar alcanza a ser relativamente ancha gracias a la vasta influencia de las mareas. La abundante oferta de agua dulce con nutrientes, proveniente de los tantos ríos que alimentados por las frecuentes lluvias corren desde la cordillera occidental hasta la costa, favorece el extraordinario desarrollo de los árboles7. Ríos como el Baudó y el San Juan, en el Chocó; el Cajambre y el Yurumanguí, en el Valle; y el Micay y el Saija, en el Cauca; ayudan a sostener los manglares que se desarrollan en sus bocanas. Sin embargo, es hacia el norte de Nariño, donde desembocan los ríos Iscuandé, Tapaje, Sanquianga y Patía, donde los manglares alcanzan su mejor expresión. Con el fin de conservar este valioso ecosistema, en 1977 se creó en esa zona un parque natural de 80 mil hectáreas al que se llamó Sanquianga. A pesar de que según las normas vigentes las áreas destinadas a la conservación de la naturaleza por medio de esta figura legal no deberían ser habitadas, según censo de 1992 en este parque había 51 comunidades y 6.979 personas.8
LOS POBLADORES
Y es que no sólo el Parque, sino todos los manglares están habitados. A lo largo de la costa y entre los esteros se encuentran numerosos poblados, algunos muy recientes como Bocana Nueva y otros muy antiguos como Tumaco, que según las averiguaciones del padre José Miguel Garrido fue fundado entre 1640 y 1644.9 Los habitantes del manglar han aprovechado las playas y los escasos firmes para establecerse; por eso el tipo de poblamiento ha sido nucleado y no de viviendas dispersas, como sucedió en el caso de los ríos que bañan el Pacífico colombiano.
La historia de la ocupación actual de la zona de manglar hace parte de un proceso de poblamiento más amplio, caracterizado por las migraciones, que desde antes del siglo XIX, pero con mayor intensidad desde entonces, se realizaron desde los centros mineros coloniales hacia el resto del litoral. Papayal y Mayorquín, en el Valle, por ejemplo, nacieron entre 1875 y 1880 gracias al desplazamiento de mineros del Raposo. La población de Pital en el río Cajambre, de origen más reciente, fue creada por los mineros que bajaron de la zona alta del mismo río en 191310. Este proceso fue protagonizado por los antiguos esclavos y sus descendientes, por lo que la gran mayoria de los habitantes del manglar son negros. Por eso este artículo se refiere principalmente a ellos, aunque también hay comunidades indígenas, de las etnias waunan y eperara-siapidara, particularmente en el bajo San Juan y algunos otros puntos como el bajo Saija.
El mosaico conformado por negros e indígenas, lo completan los grupos blancos. En algunas poblaciones de la costa de Nariño, como Mosquera, se reconoce que las familias fundadoras fueron en buena medida blancas. Sin embargo, representan un porcentaje pequeño de la población, lo que no sucede con el singular caso de quienes en la región son llamados peyorativamente culimochos. En las poblaciones de San Juan, Mulatos, La Vigía y Amarales, en el mismo departamento, unas pocas familias, al parecer provenientes de la zona minera de Iscuandé, formaron desde principios del siglo XIX una sociedad muy cerrada, y se dedicaron a la pesca, la navegación y la construcción de barcos.
LA VIDA MOVIDA EN LOS MANGLARES
Los pueblos que esta variada gama de habitantes han establecido están a merced del constante movimiento del mar; su ataque continuo va ganándole terreno a los poblados y éstos a su vez le roban espacio al manglar. Además de esa transformación cotidiana, las poblaciones del manglar han tenido que sufrir incontables temblores y, los más desafortunados, la pesadilla de los maremotos. En este siglo, han habido dos que golpearon con fuerza la costa nariñense: el del 31 de enero de 1906 y el del 12 de diciembre de 1979. Este último arrasó con San Juan de la Costa, dejó semidestruido a El Charco, y ocasionó un leve descenso de los terrenos que generó un aumento en las áreas inundables.
No sólo las furias repentinas y la arremetida diaria del mar contra la costa han tenido sus efectos sobre estas áreas; los cambios que se producen desde el continente, como las modificaciones de los cursos de agua, también inciden sobre la dinámica de los manglares. El cambio más notorio de este tipo ha sido la desviación de los cauces de los ríos Patía Grande y Patía Viejo hacia el Sanquianga, facilitada por la apertura del llamado canal Naranjo en 1973. Ello alteró la dinámica fisicobiótica y socioeconómica de la zona: el arrastre de sedimentos, así como el cambio del balance entre la fuerza del mar y las aguas dulces en las bocanas, son algunos de sus efectos.
Todos estos factores contribuyen a que los pueblos del manglar sean móviles o itinerantes: se fundan y desaparecen, se dividen en nuevas poblaciones o se mudan de lugar. Tal como sus pobladores: gente andariega, que generalmente ha vivido en muchos sitios a lo largo de la costa, del litoral o del país.
LA GENEROSIDAD DE LA MADRE NATURALEZA
Los suelos de las zonas de manglar no son aptos para la agricultura, actividad que de por sí tiene poco espacio para desarrollarse en el litoral. El único cultivo frecuente en estas áreas costeras es el coco, que ha sido atacado por una plaga conocida como el anillo rojo. Para suplir la falta de productos agrícolas, algunos habitantes de los manglares tienen terrenos a varios kilómetros de distancia en las terrazas de los ríos, a los que dedican sólo parte de su tiempo. Por otra parte, los firmes, donde han sido construidos los pueblos, permiten mantener unos pocos frutales. En muchos casos la estrategia utilizada consiste en abonar pequeños espacios en los suelos arenosos de las playas para garantizar que no falte el plátano y algún otro bocado para el consumo diario.
Ante la imposibilidad de dedicarse a la agricultura, y frente a la variedad y abundancia de recursos que el medio ofrece, los sistemas económicos de las comunidades del corredor costero del manglar se basan en la apropiación de los recursos naturales, bien sea para el autoconsumo, el mercado local o circuitos de mercado a nivel nacional o internacional.
El área que rodea al manglar, permite a sus habitantes utilizar una gran variedad de especies animales y vegetales para el autoconsumo. La actividad más importante en las costas ha sido la pesca, tanto en términos de seguridad alimentaria como de generación de ingresos. Pelada, picuda, raván, alguacil, pargo, burique, ojón, peladilla, cajero en bola, corvina, róbalo, bagre, sierra y cotudo, son algunos de los peces que proveen las aguas saladas del océano Pacífico.
En las playas se consiguen almejas y en los manglares pianguas, piacuiles, cangrejos y jaibas, para variar la dieta y evitar el exceso de pescado. Tanto en el manglar como en los demás bosques es posible la cacería, fuente alterna de proteínas. También se consiguen maderas para fines diversos como la construcción de viviendas, embarcaciones y utensilios, al igual que frutos silvestres, plantas medicinales y otros productos útiles para la vida diaria.
Veamos cómo, en 1824, el viajero santafereno Jose María Cordovez Moure percibió las posibilidades de uso del medio natural cuando conoció la isla del Gallo, a la que describió con un tono que recuerda al buen salvaje, como sigue:
Bellísima es la península, en la que sólo vivían dos familias de pescadores... A corta distancia del mar mantenían los negros una labranza de exuberantes plataneras, árboles frutales, caña de azúcar, que machacaban para hacer guarapo, y pita para tejer redes y atarravas; no usaban vestido porque no lo necesitaban: y cuando iban a Tumaco por alguna necesidad o antojo, llenaban de cocos la canoa para venderlos en esta isla. Aquellas gentes, sin aspiraciones ni exigencias sociales, eran verdaderamente felices e independientes; llevaban una vida animal, exenta de envidia y ambiciones, porque la pródiga, cuanto fecunda Naturaleza, todo se lo proporcionaba con sólo alargar la mano para recoger; ni aun la ley universal del trabajo parecía que se cumpliera entre ellos ni que fuera necesaria. Vimos retirar las redes repletas, como las de la pesca milagrosa, de sábalos, langostas y otros peces con tal profusión, que soltaron los que no podían consumir; dejaron que bajara la marca para presentarnos ostiones mejores que los de Ostende; si tenían pereza para pescar, recogían almejas, caracoles, cangrejos y otros mariscos, que quedaban varados en la playa al bajar la marea; y si les aburría la despensa marina, les era fácil recoger caza entre la gran variedad de aves acuáticas que acuden por millares en busca del diario e inagotable sustento que encuentran en aquellas abandonadas regiones.11
LOS MERCADOS LOCALES
La existencia de zonas contiguas con características productivas muy diferentes favoreció el desarrollo de mercados locales en los ríos que bañan la costa del Pacífico. Al alejarse unos pocos kilómetros de las costas, las posibilidades productivas cambian, pues la estrecha franja de terrazas aluviales permite el cultivo de diferentes productos como el plátano, la caña, el arroz, el chontaduro y la papachina, para citar algunos de los más comunes. Subiendo aún más se encuentran las zonas mineras cuyos moradores añoran los sabrosos encocados que confrecuencia se comen en las bocanas. El intercambio surgió entonces para que en todos los puntos de la cuenca se pudiera gozar de los variados productos. Hasta hace pocas décadas esta red de comercio local fue muy importante, tal como lo cuentan en San Juan de la Costa:
La gente se dedicaba a la pesca, al cultivo del coco y un poco a la agricultura. Se pescaba a canalete y a vela, con anzuelo, afuera o adentro de la misma costa, se arponiaba y atarrayaba, de todo pescaba uno. Se pescaba pa’ escalarlo, pa’ ir a venderlo a los ríos, pa’ Patía ,‘ pa’ Satinga, arriba a Patía El Viejo... por cambio de plátano, arrocito y panela. Se subía a canalete, se vendía de casa en casa. Se gastaban cuatro días, seis días; cuando estaba la venta mala uno se gastaba quince días pa’ poder llegar a su Casa.
Eso se fue perdiendo. En épocas del 60 todo el mundo ya se fue movilizando con motor. Para la pesca se utilizaba muy poco, se seguía pescando a canalete y a vela; era para viajar a traer su plátano a Chagüí, para el comercio. Entonces ya venían los del Patía a traer el plátano, la panela y el arroz, y acá se les guardaba el coco y el pescado. La gente ya fue pensando que ir a vender a Tumaco y a Salahonda daba mejor resultado. Ahí ya era en plata. Antes la plata muy poco se veía. A veces uno tenía sus animalitos, entonces los vendía. Venía gente de Guapi y de El Charco a comprarlos. Venían en canoas a canalete o con vela. Pero de resto no se veía nada de plata, todo era cambio. Usted venía con su comercio de allá, su arroz, su panela, su miel, venían los barbacoanos que siempre bajaban por el río, con el queso, la papa, y acá dejaban fiando pa’ quince días o para un mes, recorrían hasta El Charco y Guapi, de allá venían recogiendo y subían otra vez.12Ese intercambio se ha ido perdiendo con el fortalecimiento del comercio concentrado en pequeñas tiendas en las zonas rurales y en los mercados y almacenes de poblados mayores. Ahora, en los mercados de Tumaco, Guapi, Satinga o El Charco, se intercambian los productos de las diferentes partes de los ríos y de las costas. Las canoas llegan con pescado, mariscos, frutas, maíz o plátano, para con su venta obtener el dinero necesario para hacer otras compras. Los almacenes, en muchos casos de dueños ‘paisas’ -mestizos del interior-, ofrecen aquellos productos que no son de la zona como el jabón, la sal, el aceite y otros comestibles, y también la ropa y el calzado. Buenaventura, opera en la mayoría de los casos como el centro abastecedor y de compra de aquellos productos importantes para las redes de mercado más extensas.
LA ECONOMÍA EXTRACTIVA EN EL PACÍFICO COLOMBIANO
Los productos tomados del medio no han sido destinados únicamente al autoconsumo y al intercambio local. Algunos han hecho parte de circuitos de comercio mayores, que han tenido y tienen como centros a Tumaco y Buenaventura, e incluso a Guayaquil, y cuyo destino ha sido el mercado nacional o internacional. Esta característica no ha sido exclusiva del sistema económico de las gentes del manglar, sino que es compartida por muchos de los habitantes del litoral.
La larga franja de manglar hace parte de una región mayor que como unidad de análisis o de planificación es una invención reciente. Desde el norte del Ecuador hasta Panamá y desde la divisoria de aguas de la cordillera occidental hasta el mar, incluyendo al golfo de Urabá, se extiende la que ha dado en llamarse región biogeográfica del Pacífico. Pero su identidad es esquiva. Se habla de elementos comunes, como los bosques, los ríos y las constantes lluvias, la gente negra y los indígenas. Pero hay bosques de muchos tipos: además de los manglares hay guandales, cativales, bosques heterogéneos en el litoral y en la alta montaña; entre tanta humedad también hay zonas secas como el cañón del Dagua; los indígenas son de diferentes etnias; los habitantes de los mayores centros urbanos difieren notablemente de los pobladores rurales... Por donde se le mire, el Pacífico es difícil de definir.
Algunos de los elementos comunes a las diferentes áreas que conforman esta región pueden recogerse en la noción de economía extractiva. Dos características definen este sistema económico: primero, que la producción depende de la naturaleza y en esa medida el proceso que sigue consiste en cómo hacerse a esos recursos, y segundo, que el excedente sale de la región que lo produce13. La noción de extracción tiene entonces dos referentes distintos: de una parte el hecho de tomar algo de la tierra, los bosques o las aguas, algo que existe al margen de la voluntad o el esfuerzo humano, y de otra, el hecho de que los beneficios económicos derivados de tal actividad no se quedan en la región, sino fuera de ella.
Este modelo, si bien ha mediado la relación de la región con el resto del mundo y por eso mismo ha contribuido a moldear sus sistemas económicos, no da completa cuenta de ellos. Los sistemas productivos desarrollados por las distintas comunidades, aunque están relacionados con la economía extractiva, no pueden ser explicados exclusivamente a partir de esta idea.
El papel de la economía extractiva en la historia del Pacífico es evidente, y se repite, aunque generalmente de manera tangencial, en la literatura especializada. La vinculación de esta región a la economía colonial se hizo a través de la apertura de la frontera minera, tanto en el sur (Barbacoas) como en el norte (Nóvita y Citará). El Pacífico sostuvo lo que Germán Colmenares14 llama el segundo ciclo del oro (1680-1800), permitiendo el desarrollo de las ciudades andinas que controlaban esta explotación, principalmente Cali y Popayán. La minería del oro ha sido, desde entonces, una constante en el Pacífico, aunque su importancia ha variado de un período a otro de acuerdo, entre otros factores, a cambios tecnológicos.
Ha sido entonces el mercado nacional e internacional, a través de la demanda, el que ha señalado qué es riqueza y que se debe explotar. En la Colonia, el oro era prácticamente el único producto valioso que podía obtenerse de esas selvas, aunque hubo, por ejemplo, exportación hacia Lima de maderas finas para la construcción. Desde finales del siglo pasado, los productos considerados valiosos se han diversificado y los auges extractivos se han multiplicado por toda la región. Algunos autores que han trabajado sobre el Pacífico dan cuenta de este fenómeno y de su importancia dentro del sistema económico, aunque de manera tangencial dentro de sus trabajos.15
Desde los años cincuenta de este siglo, la explotación maderera se ha convertido en la actividad extractiva por excelencia: Satinga y Sanquianga, el Bajo Calima, el Bajo Atrato y Juradó son el vivo testimonio de ello. La cáscara del mangle también fue durante varias décadas un importante producto para la economía regional. Han habido otros auges extractivos, de duración variada, relacionados con productos como el caucho negro, la tagua y la raicilla de ipecacuana, la pita y el arracacho, las conchas y el cogollo de palma de naidí.
Las actividades extractivas han sido de diferente envergadura. Algunas han operado como enclaves, como grandes polos económicos que arrasan con los recursos y después desaparecen. Los casos más notorios han sido los centros mineros de la Colonia, las compañías mineras extranjeras en el siglo XX y las empresas madereras, en particular en el Bajo Atrato. En otras ocasiones las actividades extractivas se han acomodado dentro de los sistemas de producción locales por períodos de tiempo variables. Así, por ejemplo, los pobladores de los bosques de guandal del norte de Nariño se han especializado en sacar madera en trozas durante los últimos cuarenta años, por lo que reciben el nombre de tuqueros16, o los habitantes de San Juan de la Costa se dedicaron parcialmente por cerca de cuatro años a pescar tortugas para despojarlas de las piel de las patas y venderla en el Ecuador. El modelo extractivo ha formado parte de los sistemas de producción de las poblaciones locales de formas que varían según el caso y que dependen de aspectos tales como las redes sociales de producción que se establecen, la duración del auge y la abundancia del recurso en cuestión.
Las actividades extractivas no sólo han sido motor del sistema económico; también han incidido en el proceso de poblamiento del Pacífico. Durante la Colonia, la minería fue trabajada por mano de obra esclava de origen africano. Los descendientes de esos esclavos llevados a trabajar en los reales de minas hoy constituyen más del 90 por ciento de la población del litoral. Desde el siglo XVIII, la población negra, concentrada en los centros mineros, comenzó un proceso de ocupación del territorio siguiendo el curso de los ríos, la costa y los caminos indígenas. Las migraciones estuvieron en muchos casos ligadas a auges extractivos. Así, tanto la llegada de los antepasados de los actuales pobladores como ciertos movimientos poblacionales que han ayudado a configurar la región, están relacionados con el extractivismo.
Para el caso del Chocó, Valencia y Villa explican: En el transcurso del siglo XIX, la población afrochocoana tendió a ocupar la zona donde es factible desarrollar una economía de minería y agricultura como actividades complementarias, lo cual significó que la primera ola expansiva de los esclavos liberados se realizara a lo largo de la vertiente occidental de la cordillera occidental; se advirtió como tendencia la formación de asentamientos de negros en la región media y baja de los distintos afluentes, mientras la población indígena ocupó la zona alta. Es sólo en la parte final del siglo cuando surgen nuevas alternativas económicas, que determinaron la movilidad de la población y la colonización de nuevos territorios. El auge del caucho, la raicilla y la tagua, generaron nuevas alternativas económicas y propiciaron el hecho de que los afrochocoanos asumieran prácticas productivas diferentes a la tradicional minería. 17
Así pues, la economía extractiva que ha moldeado la historia de las zonas de manglar, especialmente en el presente siglo, no constituye una distinción con respecto al resto de la región. Sin embargo, este ecosistema tiene condiciones particularmente favorables para el desarrollo de este modelo económico, como son las dificultades para practicar la agricultura, la abundancia de recursos y la facilidad para el transporte que representa el mar.La demanda de ciertos productos, que ha dado origen a los auges extractivos, ha influenciado la manera como las comunidades que habitan el manglar se relacionan con los diferentes espacios de uso a los que tienen acceso. Así, del mar se obtuvieron tortugas caguama para la venta de su piel y aún se pescan tiburones para comerciar sus aletas y su carne. En el manglar se tumbaron y pelaron los árboles para la industria de tanino y hoy se recogen conchas para la venta. En los montes cercanos, los moradores del manglar han recolectado tagua, extraído caucho, vendido cogollos de palma de naidí, comerciado con pieles y cortado madera. Veamos algunos ejemplos.
El caucho y la tagua
Desde la segunda mitad del siglo pasado y durante buena parte del actual se conocieron dos auges que estuvieron relacionados: la extracción de caucho negro y la recolección de semillas de tagua. Explica Del Valle que el caucho negro (castilla elástica) "fue el primer caucho conocido en Europa en 1746, de muestras obtenidas en el Pacífico ecuatoriano por La Condamine quien las llevó a Francia", y agrega que el auge del caucho en el Pacífico colombo-ecuatoriano se inició "antes de que se conociera el caucho amazónico o siringa obtenido, principalmente, de la especie endémica de esta gran cuenca (Hevea brasíliensis)18 . A la semilla de la palma de tagua, de tamaño ligeramente inferior al de un huevo, se le conoce como marfil vegetal por su dureza y color, características por las que fue muy utilizada para la fabricacion de botones.
La explotación intensiva del caucho comenzó en la década de 1850 cuando se perfeccionó el método de vulcanización Goodyear. Hacia finales del siglo la producción decayó debido al agotamiento de las existencias cercanas a los ríos, a pesar que en años anteriores se habían hecho algunas plantaciones. En 1878 se plantó un cultivo en el río Mira, así como también en el Baudó, el Patía y algunos tributarios del Atrato, pero estos fueron abandonados debido a la caída que tuvo este comercio a partir de 1913. La recolección de caucho revivió durante unos pocos años durante la Segunda Guerra Mundial19.
La extracción de caucho, así como también de tagua, fue motor de migraciones hacia algunas zonas costeras, como lo explica este aparte del trabajo ya citado de Valencia y Villa:
Este ciclo extractivo de recursos del bosque [se refiere al caucho]... llevó a que la población negra viniera desde el alto Chocó hasta las costas, se dispersara a lo largo del río Atrato y sus afluentes, controlara la región adyacente al golfo de Urabá, penetrara las tierras de la serranía del Baudó y fundara los primeros asentamientos a lo largo de la costa Pacífica e igualmente, a lo largo del San Juan, llegó hasta el delta y compartió el territorio de los Waunanas".20
Algunos viejos recuerdan aquellos lejanos días en que se picaba caucho. Con sus sesenta años a cuestas, Angel María Hurtado, habitante de Sala-honda, es uno de ellos. Cuando era niño los adultos, entre quienes estaba su padre...
...iban a picar a un estero que le dicen Tablones. Eso queda a más de cuatro horas a canalete. Se iban el día domingo, pasaban la semana y bajaban al otro domingo. Se iban sólo los hombres, los que sabían, porque todos no sabían. Cogían un cabo, o sea una escalera de guauda y la paraban y ahí iban con machetico rayando el árbol. El árbol botaba la leche hasta el fogón. Lo dejaban picado y se bajaban, a los tres o cuatro días esa leche que salía iba regando, entonces había que otra vez subir e irla sacando y echándola al canasto. Ese caucho se vendía en Tumaco. Los contratistas le traían a los picadores unas escopeticas llamadas caucheras. Con esas ellos se cuidaban de la culebra, del tigre, que en ese entonces había mucho tigre, y mataban el saíno, mataban el venado para el sustento diario.21
Sobre la tagua cuenta el mismo Angel María:
La tagua fue en la misma época que el caucho. En Tumaco había una botonera, una fábrica de tagua, tanto así que hay un barrio que se le llama La Taguera, porque todas las canoas que recopilaban tagua ahí era donde la amontonaban y allí las limpiaban, las pelaban, les quitaban el ripio, o sea la cascarita, y dejaban la pepa. Luego las llevaban a la fábrica y ahí si empezaban a hacer el botón.
Las muestras de tagua fueron enviadas a Europa hacia 1850, un siglo después que las del caucho, en un intento exitoso por fomentar su comercio, que empezó más tardíamente que el del caucho. La industria derivada de la tagua sufrió una decaída en la década de 1930 debido a la producción de sustitutos sintéticos como el plástico.22Whitten anota que "la tagua estaba en un período de auge antes de la Segunda Guerra Mundial" y que con ella se fabricaban botones, mientras "hoy [léase finales de los años 60] se utiliza para la elaboración de piezas de ajedrez, trompos y otros juguetes".23
Tanto la extracción de látex, como la de tagua, fueron actividades que no sólo florecieron en la costa, sino también en otras zonas de la región biogeográfica del Pacífico como el bajo Atrato y el Urabá.24 Sin embargo, el caso de Tumaco resulta muy útil para ilustrar la importancia que alcanzó el comercio de estos productos y lo efímero de la prosperidad que el Puerto proyectaba.
Durante la Colonia y hasta las primeras décadas del siglo veinte, gracias a la minería del oro, el pueblo más importante del litoral nariñense fue Barbacoas, mientras Tumaco era un caserío insignificante. Hasta bien entrado el siglo XX, la comunicación de Tumaco con el interior era penosa, pues había que remontar el Patía y luego el Telembí hasta Barbacoas, para seguir a pie o en bestia hasta Túquerres y finalmente llegar a Pasto. Por ello esta población estaba volcada hacia el mar. Fue el comercio del caucho y de la tagua el que le dio vida a Tumaco a principios de siglo.
La apertura del canal de Panamá en 1914 facilitó la expansión de este comercio y la afluencia de extranjeros de distintos orígenes, en su mayoría alemanes, ingleses y españoles, que llegaron atraídos por las posibilidades que brindaban los dos productos en cuestión. Los extranjeros lograron formas de vida poco usuales en la zona, como la educación de sus hijos en Europa, Estados Unidos y Lima, muy al estilo de la sociedad barbacoana de herencia colonial, con la que también compartían el hecho de evitar mezclarse con la población negra.
Los extranjeros compraban el caucho y la tagua para exportarlos a Estados Unidos y a Europa, y completaban su negocio vendiendo mercancías a los recolectores. Cuando los campesinos llevaban a vender las semlllas o los bloques de látex, podían comprarle al mismo que les pagaba los artículos que necesitaban, en una especie de trueque entre productos del bosque y productos elaborados. Entre los prósperos establecimientos comerciales que funcionaron en aquellos días se destaca la casa Márquez, que tuvo su propia moneda, como al parecer también fue el caso de los Benítez y los Escruceria.
El marfil vegetal, como también el caucho, se compraba por peso. Las semillas se cocinaban en un horno para que luego las peladoras las descascararan y quedara sólo la parte blanca para exportar. También hubo procesamiento local; una fábrica de botones, en Tumaco, y dos en la vecina Esmeraldas que operaron hasta la Segunda Guerra25. El comercio de la tagua desapareció en Tumaco a principios de la década del cincuenta. De esas familias de comerciantes extranjeros quedan muy pocos descendientes en Tumaco. Muchos se fueron tras el estudio y no regresaron. El incendio de 1947, que dejó hechas cenizas las principales calles de Tumaco, alentó a muchos otros a partir. Pasado el auge y con mejores perspectivas económicas en otras partes del país, se produjo un éxodo no sólo de las personas, sino también de sus conocimientos y ahorros. Algunos capitales se vincularon a otros auges, en particular a la extracción de madera. Y del apogeo de la tagua y el caucho sólo quedó el recuerdo.
La corteza o concha del mangle
Los poderosos mangles rojos, que dominan más de media costa, fueron tumbados y descascarados para obtener de su corteza el tanino que se utiliza en las curtiembres. Este comercio, que duró más de treinta años, estuvo controlado desde Buenaventura, aunque Tumaco también tuvo su manglera.
Las dos principales empresas que explotaron la corteza del mangle fueron Industria de Mangle S.A., de Bogotá, y Liscano Hermanos e Hijos Ltda., de Cali 26La Industria comenzó a comprar concha de mangle desde 1948, casi diez años antes que Liscano, y ambas dejaron de hacerlo en los inicios de la década de los años 80. La Industria fue la más grande de las dos, y la empresa más importante de Buenaventura durante algunos años, pues aunque la gerencia estaba en Bogotá, la planta estaba ubicada en el puerto más importante del Pacífico colombiano. Esta empresa producía tanino en polvo que vendía en el mercado nacional con una etiqueta que decía Petrotam. La empresa tenía servicio de salud y comisariato27, además de siete barcos, con capacidad entre 55 y 150 toneladas, evidencia de su pujanza.
Liscano Hermanos, en cambio, tuvo sólo tres barcos, con capacidades menores. Esta empresa fue creada en diciembre de 1957 con el fin de promover de corteza de mangle a tenería de propiedad de la familia ubicada en Cali, que operaba desde 1927. El tanino de la corteza se utilizaba para procesar el cuero y convertirlo en suelas de zapatos o para elaborar artículos de marroquinería. La empresa también producía, aunque en cantidades mucho menores, cuero blando, llamado canguro o capellada, que sirve para hacer zapatos, carteras y ropa; pero para su procesamiento no se utilizaba la cáscara del mangle.
Los permisos para explotar el mangle se obtenían en el Ministerio de Agricultura en Bogotá. Hasta 1968, cuando se creó el Inderena28, se otorgaban concesiones; a partir de ese año se comenzó a hablar de permisos persistentes clase A. La Industria tuvo grandes áreas adjudicadas en Nariño y Chocó, y Liscano en Chocó y Cauca29. Aunque las empresas centraron sus trabaios en las áreas adjudicadas, la explotación también se realizó a lo largo de toda la costa, fuera de las zonas demarcadas, incluyendo al lejano Juradó.
Para obtener la corteza era necesario tumbar el árbol. En los inicios de la explotación se contaron los de mayor tamaño entre aquellos que estaban más cerca de las orillas. Luego fue necesario hacer picas para que entrara la canoa a recoger la concha de los mangles tumbados dentro del bosque. Antes de proceder a la tumba, había que mirar si el árbol era pelador, es decir, si su corteza era suelta y era posible removerla. Dicen quienes cortaron mangle que había cortezas hasta de 2.5 pulgadas de ancho y que un sólo árbol daba hasta una tonelada y media de concha.
Calcular la producción de estas empresas para de allí tener una idea de cuántos árboles se talaron es tarea casi imposible. Puede conseguirse alguna información, como que hacia finales de la década del sesenta la producción de la Industria se estabilizó en cerca de tres mil toneladas mensuales30. Esta producción la lograron mediante la contratación de mangleros especializados en los ríos del Valle y norte del Cauca, a quienes llevaban a trabajar a los hermosos manglares de Nariño. Esto lo hacían debido a que buena parte de la población de este departamento se dedicaba al corte de madera. La movilización de personal se realizaba tres veces al año; regresaba a sus casas para la celebración de las fiestas: semana santa y la pascuita, Las Mercedes y Navidad. Las fiestas marcaban el calendario de trabajo y la disponibilidad de corteza, que disminuía tres veces al año. Liscano también llevó gente del Valle a trabajar en el Cauca, pero en menor medida que la Industria.
Las empresas operaron a través de contratistas que no tenían ninguna atadura laboral. Se les ayudaba a montar uno o varios puestos de compra de corteza, se les facilitaban canoas para que se las prestaran a los corteceros que suministraban la concha, se les llevaba en los barcos la mercancía que vendían en los comisariatos y les adelantaban dinero para que pagaran la corteza que recibian, pesaban, secaban y despachaban a Buenaventura. Los contratistas ganaban un porcentaje del valor de la corteza que lograran recolectar, más lo que dejara el negocio del comisariato.
En San Juan cuentan así la historia de la extracción:
Cuando lo de la corteza de mangle, con su hachita cualquiera se hacía su tonelada, sus dos toneladas. Es que había árboles que de corteza daban dos toneladas. Eso tenía un espesor de dos pulgadas y media, un muchacho no podía con una tapa; si mi papá, un hombre grande, no podía con más: una o dos tapas... Las mujeres a veces ayudaban: mientras el marido estaba pelando ellas estaban recogiendo, amontonando. El mangle se cortaba por aquí cerca. Cuando un árbol estaba lejos, por decir algo, a 50 metros, nadie lo cargaba; se hacía trocha: tun, tun, se cortaban sus raíces, y la canoa entraba hasta ahí. Todo el mundo siempre ha sido egoísta, entonces preferían los grandes, en vez de cortar tres pequeños cortaban uno grande, pero siempre por las trochas. Los gruesos, de 20 ó 30 metros, están siempre al centro. Se catiaba, si chillaba, ese estaba bueno y en un árbol grande se gastaba uno o dos días. Y si estaba de malas el árbol resultaba mudado, o sea pegado), que la corteza no despega... y la corteza ripiaa siempre perdía mérito.
Ahí sí la platica se veía. Empezamos vendiendo en Guachal y después pusieron más de una base: en la bocana, aquí en el hondo, mejor dicho, donde entraba el buque... Porque los primeros que entraban acá fueron los remolques, unas chatas que entraban a remolque, pero ya después cambió a barco: el Tapaje, el Pacífico, el Porteñito, que eran de la empresa de mangle. La manglera era el puesto donde compraban el mangle, la compraban los contratistas de la compañía. La mayoría eran nativos. En la bocana había dos, aquí arriba había otra, en la bocana más abajo otra, en playita otra... Lo bueno era que el mangle tenía enfermeros. Si había algún herido la compañía respondía, respondía más bien que ahora los dueños de las empresas de madera. Si algo era muy grave: a Buenaventura. Y prestaba su platica.Yo no sé qué problema tuvo la compañía o el gobierno que suspendió eso. Mandaron a recoger, pero nunca dejaron al nativo con mangle cortado sin recoger, fueron recogiendo todo hasta que desapareció.
Industrial Palmífera Ltda. fue la empresa que procesó y vendió corteza de mangle en Tumaco. Sus dueños, de apellido Martínez, fueron unos españoles radicados en este puerto al sur. Iniciaron con un negocio de aceite de coco que no les dio resultado, por ello, hacia finales de la década de los años 40, se dedicaron al comercio de concha de mangle. Fueron también compradores de caucho y tagua, en los últimos días del apogeo de estos productos. La empresa tenía puestos de compra en algunas poblaciones hacia el sur de Tumaco y también recibía corteza en el muelle de su propiedad en Tumaco. La cáscara se secaba sobre estibas y se exportaba en sacos a Estados Unidos, a través de Buenaventura. En 1957, con la compra de un horno de secado y un molino, la empresa comenzó a producir el tanino en polvo, que vendía en el mercado nacional, pero sin abandonar la exportación de la cáscara. En 1959 la empresa se disolvió. La familia Martínez continuó con el negocio del mangle que pronto abandonaría definitivamente por uno más lucrativo con el que comenzó desde ese mismo año: la madera31.
Las conchas
Las pianguas son dos especies de moluscos bivalvos conocidas también como conchas, se le dice hembra a la de mayor tamaño (Andara tuberculosa) y macho a la más pequeña (Andara similis). Viven entre el barro, hasta a 25 centímetros de profundidad, adheridas a las raíces del mangle, donde se alimentan filtrando agua. Sus gruesas conchas les permiten soportar la acidez del sustrato. Preparadas con coco o en seviche, las pianguas han sido bocado de las comunidades que habitan los manglares desde tiempos remotos. Sin embargo, su comercio es relativamente reciente. La industria de producción de enlatados del Ecuador ha generado una demanda por este marisco que ha determinado que desde hace poco más de veinte años muchas mujeres se hayan especializado enconchar.
El comercio de este producto se inició en el Ecuador. Refiriéndose a ese país, Whitten decía hacia finales de los años sesenta: "Las conchas se compran por saco en los centros de distribución y son enviadas al altiplano por vía férrea, o a los pueblos costeños por barco. Los compradores son ecuatorianos, generalmente procedentes del altiplano o de la costa sureña"32.La creciente demanda generada por el desarrollo de la industria de alimentos pronto toca nuestro país; así lo cuenta Abilio Solano, de Salahonda:
La concha ha tenido explotación toda la vida, pero era únicamente para consumirlo aquí en el pueblo. Se vendía por mates (medio calabazo). Sólo iban mujeres, y muchachos a acompañar a la mamá. La comercialización entró del 70 para acá, porque venían los ecuatorianos y empezaron a comprar por docenas y luego por cientos. Antes, en nuestro medio se le decía piangua, los ecuatorianos ya trajeron ese nombre de concha. Hay de dos clases, la pequeñita, que es el macho, que no la compraban los ecuatorianos; sólo compraban la hembra, que es la grande, que tiene mejor aguante porque la concha es más doble. Nosotros aquí nos aprovechamos del residuo, que es el macho. Ahora ya no, ahora nos están dejando sin nada porque hasta el macho lo compran. Inicialmente fueron ecuatorianos que empezaron a venir a llevarla, ahora son los mismos nativos que la compran y la van a revender al Ecuador ahora les favorece que el barcos ecuatoriano llega hasta Tumaco.
Para 1974, Artunduaga y Mora calculaban que en el Pacífico Colombiano se capturaban 100 toneladas de piangua anuales33. Von Prahl et al. mencionan en su publicación de 1990 que Pladeicop-CVC34reportó una venta de conchas provenientes de Nariño al Ecuador que alcanza las 700 toneladas anuales35.
La recolección de las conchas es un trabajo fundamentalmente femenino. Aprovechando la marea baja, las concheras salen en grupos hasta la zona escogida para el trabajo del día. El desplazamiento lo hacen en canoa a canalete, o con motor cuando el intermediario que les compra la producción les facilita este medio de transporte. Con las piernas hundidas entre el lodo, el cuerpo doblado y un mechón de chomba de coco prendido para ahuyentar las nubes de Jejenes, las concheras palpan las raíces arrancando las pianguas que terminara llevando el barco ecuatoriano. Cada una vende su producto a alguno de los intermediarios del pueblo, o a aquel que les ha facilitado el transporte y les cobra el servicio disminuyendo el precio de compra. Por ese duro trabajo una conchera ganaban a finales de 1995 un promedio de $90.000 al mes36, equivalentes al 75% del salario mínimo en ese momento.
El agotamiento del recurso ha hecho que las concheras se desplacen hasta lugares cada vez más lejanos, lo que significa un mayor esfuerzo físico, por el uso del canalete, y menos tiempo para conchar, o mayores costos si se tiene acceso a un motor. Ultimamente el decaimiento de la pesca y la necesidad de mantener un ingreso monetario han determinado que contrariando códigos de división del trabajo, algunos hombres también se internen en el manglar a palpar sus raíces para encontrar las conchas.
Pieles y aletas
La venta de pieles constituyó un ingreso adicional para quienes al toparse con una nutría o un tigrillo lo mataban y arreglaban su piel para luego ofrecerla. Cazar para vender las pieles, sin embargo, no se constituyó en un oficio. Cuenta Abilio, de Salahonda:
Aquí vinieron a comprar pieles: piel de nutría, piel de lagarto, piel de tortuga caguama... Todas las pieles tenían comercio en Tumaco, pero esa compra la prohibió Inderena en 1975 más o menos. Ahora si ven la nutría no le disparan, porque la piel no se vende y la carne tampoco se come. Lo de los lagartos fue un señor de nombre Agudelo que llegó con lámpara de carburo y con harpones, harponiando sólo para utilizar la piel. Era del Ecuador. Todos esos productos de pieles lo más que lo compran es en Ecuador. Como allá ya no hay más, entonces los vienen a buscar acá. Así que ese señor fue el que acabó prácticamente con la cría. Salía por la noche con su compañero que le piloteaba, con su arpón y su foco, porque a esos los capturaban de noche.
La venta de la piel de la tortuga caguama, cuyos huevos se recolectan en los períodos de desove, sí llegó a movilizar a algunos pescadores como los de San Juan. Poco después se dedicaron a pescar tiburones por el buen precio de sus aletas. Pero ninguna de estas actividades duró mucho:
En 1977 vinieron unos señores de Guayaquil, en el Ecuador, a negociar la piel de tortuga caguama. Entonces se comercializó eso a nivel de la costa nariñese, empezamos a pescarla y a laborarla y a llevársela a vender a ellos por el tiempo de dos años más o menos. Y de ahí se cortó ese comercio porque lo prohibió el Inderena. La pesca la hacíamos en las lanchas y las cogíamos con garabato, vivas, las traíamnos aquí a la costa, las pelábamos y les sacábamos la piel, les echábamos sal y las llevábamos para Guayaquil. La carne que se podía utilizar la utilizábamos y el resto se botaba porque era cantidad bastante y no tenía comercio. Cogeríamos el promedio de unas cien tortugas diarias entre todos los de San Juan. Yo hacía viajes, la que yo pescaba la llevaba. Y también venían unos señores de allá mismo que la compraban y la llevaban. Había muchos compradores en Guayaquil.
Despuesito, diga usted en el 80, después del terremoto, empezamos la pesca de tiburón porque se abrió el comercio de la aleta que era un comercio muy caro. Aunque eso se pescaba desde antes en tiempo de cuaresma, pero no lo pescábamos nosotros, lo pescaban las otras playas para venderlo como cecina en el comercio nacional, para Tumaco, para Cali. Se sacaba en la semana santa y de ahí ya se paraba porque no había comercio. Del 80 para acá ya se comenzó a comercializar fresco: se vendía a los cuartos fríos, lo congelaban y ahí si lo sacaban para el comercio nacional. Entonces se dañó ese comercio de cecina. En la semana santa compran, pero poco, no como tiempo atrás.
El Ecuador también fue el que empezó a comprar aletas y era tipo exportación. Entonces nosotros lo llevábamos al Ecuador. Después ya se comercializó por el lado de Buenaventura y la exportaban por ahí. Se vendía por kilos. Los tiburones los cazamos nosotros con anzuelo o con malla. Tenían un tamaño pesando de dos kilos hasta cien kilos. Entonces se le sacaban las aletas y la carne también se utilizaba. Un tiburón tiene cuatro aletas: las dos de las esquinas, la de arriba y la de la cola. Se le sacaba bien la carne y quedaba sólo la fibra y se ponía a secar y quedaba sequita, ya ella no tenía mal olor, nada, quedaba lista.
Esas aletas las exportaban para la Europa y para el Japón. Hasta ahorita está el comercio, pero hasta el 90 pescamos tiburón aquí, de ahí ya se nos alejó. Había uno que le decíamos aquí el aletinegro, el titibro, la tintorera, muchas especies de tiburón, que había unos que la aleta servía y otros no.
Hace seis años se montó el primero de los seis negocios de compra de aletas de tiburón y buches de corvina y merluza que hay en Buenaventura. Estos extraños productos se exportan a Japón y Corea y en menor medida a Estados Unidos y Canadá, donde se utilizan en la preparación de platos orientales. Se dice que tienen poderes afrodisiacos. En Tumaco y Guapi también hay lugares donde se compran estos productos, para luego enviarlos a Buenaventura. Actualmente, la mayoría de las aletas las proveen los barcos pesqueros, mientras que los buches son comprados en parte a los pequeños pescadores.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
La franja de manglar se ha incorporado a la nación colombiana y a las redes de mercado internacionales a través de un modelo económico extractivo, que también ha mediado la relación del conjunto de la región del Pacífico colombiano con el resto del mundo. Las actividades extractivas, por lo tanto, han formado parte de los sistemas de producción de las comunidades que habitan el corredor costero de manglar. Así, la lógica de la acumulación que da vida a la particular forma de relación entre esta región selvática periférica y centros económicos dentro y fuera del país, entra en juego con una racionalidad diferente, que es la que ha permitido el desarrollo de los sistemas productivos locales.
La estrategia de uso múltiple del entorno, utilizada por las comunidades, ha permitido la dedicación por períodos de tiempo variables a la extracción de recursos específico para la venta. Por otra parte, la economía extractiva ha servido a las comunidades para obtener dinero o tener acceso a los bienes que no se producen localmente. De esta manera, se ha creado y fortalecido una economía de mercado, que a su vez reclama la generalización de la extracción de recursos, por ser ésta la principal forma de obtener dinero de los pobladores locales. La monetización de este tipo de actividades es precisamente la que ha facilitado que la mayoría de las ganancias generadas salgan de la región, alimentando la acumulación.
Estas actividades han implicado el desarrollo de formas de extracción, de relaciones de producción y de relaciones sociales asociadas al comercio, que han permitido a esa otra lógica de acumulación relacionarse con los sistemas productivos locales, a alterándolos sin destruirlos. Las figuras de los contratistas y de los intermediarios, por ejemplo, han facilitado que se supla la demanda de ciertos productos con la flexibilidad necesaria para que los pobladores rurales mantengan diversificadas sus actividades.
La marginalidad de esta región, que ha dado pie para la formación de este modelo, está también asociada a una débil presencia del Estado. Por eso el aparato que generalmente acompaña al extractivismo aparece como poderoso y suplanta al Estado en muchas de sus funciones. El hecho de que algunas casas comerciales y empresas hayan tenido moneda propia o de que los medios de comunicación y abastecimiento principales los hayan proveído las empresas, sirven de ejemplos. Otro aspecto relevante relacionado con la ausencia del Estado, es la falta de planificación y control de las actividades extractivas, que ha permitido que se realicen sin considerar las consecuencias sobre las existencias futuras de los recursos naturales. La intensidad de su uso ha dependido de factores como la duración de los auges y la tecnología empleada, y no del diseño de ningún tipo de plan.
La incertidumbre con relación a la duración de la demanda y la noción de infinitud que las comunidades manejan con respecto a los bienes que ofrece la naturaleza, también inciden en que la extracción no tenga límites. La actual densidad poblacional, las facilidades tecnológicas para la extracción y el transporte, y la creciente dependencia de la economía de mercado generada por este modelo, hacen necesario un manejo del medio para evitar una crisis por agotamiento de los recursos que ponga en jaque la capacidad de las poblaciones locales de subsistir con los recursos que el medio ofrece
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ENTREVISTAS
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Telmo Leusson, Tumaco, julio de 1996.
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Manuel Rentería, Buenaventura, 4 de agosto de 1996.
Víctor Vásquez, Buenaventura, 6 de agosto de 1996.
De Claudia Leal.!
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